Los otros dioses (Howard Phillips Lovecraft) Libros Clásicos

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otra cosa que rocas mudas y hielo, la vez que escaló el Hatheg-Kla en la
juventud del mundo. Sin embargo, cuando los hombres de Ulthar y de Nir y
de Hatheg, reprimieron sus temores y escalaron ese día esa cumbre
encantada en busca de Barzai el Sabio, encontraron grabado en la roca
desnuda de la cima un símbolo extraño y ciclópeo de cincuenta codos de
ancho, como si la roca hubiese sido hendida por un titático cincel. Y el
símbolo era semejante al que los sabios descubrieron en esas partes
espantosas de los Manuscritos Pnakóticos tan antiguas que no se pueden
leer. Eso encontraron.
Jamás llegaron a encontrar a Barzai el Sabio, ni lograron convencer al
santo sacerdote Atal para que rezase por el descanso de su alma. Y todavía
hoy, las gentes de Ulthar y de Nir y de Hatheg tienen miedo de los
eclipses, y rezan por la noche, cuando los pálidos vapores ocultan la
cumbre de la montaña y la luna. Y por encima de las brumas de Hatheg-Kla,
los dioses de la tierra danzan a veces con nostalgia; porque saben que no
corren peligro, y les encanta venir a la desconocida Kadath en sus naves
de nube a jugar como antaño, como hacían cuando al tierra era nueva y los
hombres no escalaban las regiones inaccesibles.

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