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de Bellamy en su castillo y le comunicaba sus proyectos.
Ralph de Bellamy, tan codicioso como su amigo, consideró que era una magnífica oportunidad
para negociar las condiciones de este interesante ofrecimiento. No estaba dispuesto a aceptar una
esposa sin obtener unos buenos beneficios. Además, las propiedades y bienes de los At Lea no
eran nada despreciables.
Tras un largo regateo, como si de una mera transacción comercial se tratara, los dos caballeros
llegaron, por fin, a un acuerdo. Ralph de Bellamy recibiría dos tercios del patrimonio de la joven. El
otro tercio quedaría en manos de Hugo.
Por su parte, Ralph de Bellamy quedaba comprometido a colaborar, con un gran número de
hombres armados, en la nueva expedición al bosque de Sherwood que estaban preparando los
hermanos Reinault y Guy de Gisborne.
A pesar del gran sigilo con que fueron llevadas estas negociaciones, Robin, que tenía amigos
dispuestos a informarle por todas partes, consiguió enterarse de lo que se tramaba. Sólo tenía que
esperar a entrar en acción para salvar a Mariana y dar su merecido a esos caballeros sin escrú-
pulos que actuaban como auténticos bribones.
Hugo de Reinault decidió que fuera Guy de Gisborne el encargado de trasladar a Mariana hasta
el castillo de Ralph de Bellamy, donde se celebraría el matrimonio. Irían protegidos por una fuerte
escolta. Todo había de hacerse con rapidez, ya que faltaban apenas dos meses para que la joven
llegara a su mayoría de edad. Nada podia fallar.
Llegó el día señalado, y Guy de Gisborne y Hugo de Reinault entraron en las dependencias
reservadas a la joven.
-Marian y, hoy iréis a conocer a vuestro pretendiente: el barón Ralph de Bellamy
-iCómo? ¿El señor de Bellamy? -preguntó incrédula-.Nunca será mi esposo. No me interesa
conocerlo. Su fama en toda la comarca es suficiente pares mí. No quiero casarme, ¡y menos con
ese cruel caballero! Ingresaré en un convento. Ése es mi deseo.
-Os casaréis con Ralph de Bellamy, queráis o no queráis -gritó con violencia el señor de