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Allí les esperaba una barca que había sido fletada por Starr, y que debía llevarles en
breves ahoras al puerto de Edimburgo.
Elena vio el agua brillante que ondulaba a sus pies con el movimiento de la resaca, y
parecía sembrada de estrellas temblorosas.
-¿Es un lago? preguntó.
-No, respondió Harry, es un gran golfo de aguas corrientes: es la embocadura de un
río, casi un brazo de mar. Coge un poco de agua con la mano, y verás cómo no es dulce
como la del lago Malcolm.
La joven se bajó, metió la mano entre las olas, y probó el agua.
-Es salada, dijo.
-Sí, respondió Harry, la mar ha llegado hasta aquí, porque ahora es la marea alta. Las
tres cuartas partes del globo están cubiertas de esta agua salada, que acabas de probar.
-Pero si el agua de los ríos no es más que el agua del mar, que les vierten las nubes
¿por qué es dulce? preguntó Elena.
-Porque el agua pierde las sales al evaporarse, respondió Starr. Las nubes se forman
por la evaporación, y vuelven bajo la forma de lluvia su agua al mar.
-¡Harry! ¡Harry! -gritó la joven ¿qué es ese resplandor rojizo que se inflama en el
horizonte? ¿Es un bosque ardiendo?
Y Elena señalaba un punto del cielo, en medio de unas brumas muy bajas que se
coloreaban al Oriente.
-No, Elena, respondió Harry; es la luna que sale.
-¡Sí, la luna! dijo Jack, una magnífica bandeja de plata que los genios hacen circular
por el cielo, y que va recogiendo un tesoro de estrellas.
-Es verdad, Jack, dijo el ingeniero riendo. No conocía tu habilidad, para las
comparaciones atrevidas.
-Señor Starr, mi comparación es exacta; porque ya veis que las estrellas desaparecen a
medida que la luna avanza. Supongo, pues, que las recoge.
-Eso es, Jack, que la luna con su esplendor apaga el de las estrellas de sexta magnitud:
y por eso desaparecen a su paso.
-¡Qué hermoso es todo esto! exclamó Elena que vivía sólo con la vista. Pero yo creía
que la luna era redonda.
-Y lo es, cuando está llena, respondió Starr, es decir, cuando se encuentra en
oposición con el sol. Pero esta noche entra en su último cuarto, tiene cuernos, y la
bandeja de Jack no es más que una vacía de barbero.