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insulto más grave que puede recibir un caballero...
Esta fraseología melosa impacientó a Corsican, que se mordía el bigote. No podía
contenerse por más tiempo.
-Basta de música, señor mío -dijo asperamente al doctor T... cortándole la palabra-. La
cuestión es muy sencilla. El capitán Macelwin ha levantado la mano contra ese mister
Drake. Vuestro amigo da por recibido el bofetón. Es el ofendido y exige una satisfacción.
La elección de armas es suya. ¿Qué más?
-¿El capitán Macelwin acepta? -preguntó el doctor, desconcertado por el tono de
Corsican.
-Se aviene a todo.
-Nuestro amigo Drake elige el florete.
-¿En qué sitio, en Nueva York?
-No; aquí a bordo.
-¿Cuándo?
-Esta tarde, a las seis, a lo último de la toldilla que a esa hora está desierta.
-Bueno.
Dicho esto Corsican tomó mi brazo y volvió la espalda al doctor T...
CAPÍTULO XXX
No era ya posible alejar el desenlace del drama. Sólo algunas horas nos separaban del
momento en que los dos adversarios habían de encontrarse. ¿Por qué Harry Drake no
esperaba que su enemigo y él hubieran desembarcado? ¿Aquel buque, fletado por una
compañía francesa, le parecía un terreno más a propósito para aquel desafío, que debía
ser a muerte? ¿O quería deshacerse de Fabián antes que éste hubiera pisado el territorio
americano y sospechara la existencia a bordo, de Elena, que Drake debía suponer ig-
norada de todo el mundo? Esto último debía de ser.
-Poco importa -dijo Corsican-. Cuanto antes mejor.
-¿Os parece que suplique a Pitferge que asista al desafío como médico?
-Sí, me parece bien.
Corsican fue a ver a Fabián. La campana sonaba en aquel momento. ¿Qué significaba
aquel toque inusitado? El timonel me dijo que tocaba a muerto por el marinero. En
efecto, iba a llevarse a cabo una triste ceremonia. El tiempo, hasta entonces tan hermoso,
tendía a modificarse. Gruesas nubes subían pesadamente hacia el Sur.
Al oír la campana, los pasajeros acudieron en tumulto hacia estribor. Los tambores, los
obenques, las pasarelas, las bordas y hasta las lanchas, colgadas de sus pescantes, se lle-
naron de espectadores. Oficiales, marineros y fogoneros francos de servicio, se alinearon
sobre cubierta.
A las dos apareció un grupo de marineros al extremo de la calle. Salía de la enfermería
y pasó por delante de la máquina del gobernalle.