Página 76 de 97
Antes
de la noche el práctico estaría a bordo, y asunto concluido. Todo el interés se hallaba
pues, concentrado entre las siete u ocho personas a quiene,, la suerte había atribuido los
próximos cuartos de hora, las cuales se aprovechaban para vender, comprar y volver a
vender sus números con verdadera furia. Parecía que estábamos en Royal-Exchangue de
Londres.
A las cuatro y cuarto se divisó a estribor una goletilla con rumbo a nosotros. No cabía
duda: era el práctico. Debía llegar a bordo antes de media hora. La lucha se empeñó, por
consiguiente entre el segundo y tercero cuartos de hora, contados entre las cuatro y las
cinco de la tarde. Las peticiones y ofertas menudeaban. Después se hicieron apuestas
insensatas sobre la persona del práctico; las traslado fielmente:
-¡Apuesto diez dólares a que el práctico es casado!
-¡Veinte a que es viudo!
-¡Treinta dólares a que usa bigote!
-¡Cincuenta a que sus patillas son rubias!
-¡Sesenta a que tiene una berruga en la nariz!
-¡Ciento a que pondrá sobre cubierta el pie derecho antes que el izquierdo!
-¡A que fuma!
-¡A que no!
-¿Cigarro puro?
-¡No! ¡Sí! ¡No!
Y otras mil apuestas más absurdas, pero que encontraban mantenedores más absurdos
aún.
Entretanto, la goleta se acercaba sensiblemente. Distinguíanse sus formas graciosas,
algo elevadas por la proa, y con curvas prolongadas que le daban el aspecto de un yate de
recreo. ¡Qué embarcaciones tan hermosas y sólidas son esos barcos-pilotos de 50 a 60
toneladas, bien construidos para navegar, en términos,que pudiesen dar la vuelta al mun-
do, sin envidiar a las carabelas de Magallanes! La que teníamos a la vista, ligeramente
inclinada, ostentaba todas sus velas, a pesar de la brisa, que empezaba a refrescar. El mar
se deshacía en espuma, bajo su estrave. Llegada a dos cables del Great-Eastern, se puso
al pairo y echó al agua su bote. A una señal del capitán Anderson, las ruedas y la hélice
se detuvieron por primera vez después de catorce días de movimiento. Un hombre
descendió de la goleta al bote; cuatro remeros bogaron hacia el Great-Eastern. Se echó
una escala de cuerda por el flanco del coloso, al cual atracó la cáscara de nuez del
práctico. Este trepó agilmente y saltó a cubierta. Los gritos de alegría de los gananciosos,