Una ciudad flotante (Julio Verne) Libros Clásicos

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nieve, galleta y chester.
-¿Cuándo partimos, doctor? -le dije.
-Esta tarde, a las seis.
-¿Tomamos el railroad del Hudson?
-No, el Saint-John, un barco maravilloso, un mundo nuevo, un Great-Eastern de río,
uno de esos admirables aparatos de locomoción que revientan con la mayor facilidad.
Hubiera preferido enseñaros el Hudson de día, pero el Saint-John sólo navega de noche.
Mañana, al amanecer, estaremos en Albany; a las seis tomaremos el «New York
Central», railroad, y por la noche cenaremos en Niágara Falls.
Acepté a ojos cerrados el programa. El aparato ascensor de la fonda, moviéndose por su
rosca vertical, nos subió a nuestras habitaciones, y nos bajó, algunos momentos después,
con nuestras maletas-mochilas. Un coche de alquiler, de a 20 francos la carrera, nos
condujo en un cuarto de hora al embarcadero del Hudson, delante del cual el Saint-John
ostentaba ya, por penacho, gruesos torbellinos de humo.


CAPÍTULO XXXVI

El Saint-John y el Dear-Richmond, su lemejante, eran los mejores buques del río. Eran
edificios más que barcos, con dos o tres pisos con terrazas, corredores y galerías. Un
barco de esta especie parece la habitación flotante de un plantador. El conjunto está
dominado por una veintena de botes empavesados y ligados entre sí por armaduras de
hierro, que consolidan el conjunto de la construcción. Los dos enormes tambores están
pintados al fresco, como los tímpanos de la iglesia de san Marcos de Venecia. Detrás de
cada rueda se alza la chimenea de las dos calderas, que se hallan colocadas exteriormente
y no en los flancos del vapor, precaución útil en el caso de una explosión. Entre los dos
tambores se mueve el mecanismo, de extremada sencillez: un cilindro con su émbolo, que
mueve un largo balancín, que sube y baja como un enorme martillo de fragua y una sola
biela que comunica el movimiento al árbol de las macizas ruedas.
La cubierta del Saint-John estaba ya atestada de viajeros. El doctor y yo tomamos
posesión de un camarote que comunicaba con un salón inmediato, especie de galería de
Diana, cuya redondeada bóveda descansaba en una columnata corintia. Por todas partes
comodidad y lujo: tapices, alfombras, divanes, objetos de arte, pinturas, espejos y luces
de gas, fabricado a bordo, en un pequeño gasómetro.
En aquel momento, la colosal máquina se estremeció.

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