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resignaba a admitir la realidad del obstáculo. Me agaché, y miré por debájo de la roca sin
hallar ningún intersticio. Examiné después la parte superior, y tropecé con la misma
barrera de granito. Hans paseó la luz de la lámpara a lo largo de la pared, pero ésta no
presentaba la menor solución de continuidad.
Era preciso renunciar a toda esperanza de descubrir un paso.
Yo me senté en el suelo, en tanto que mi tío recorría a grandes pasos aquel corredor de
granito.
-Pero, ¿Saknussemm? -exclamé yo.
-Eso estoy pensando yo -dijo mi tío- .¿Se vería detenido quizá por esta puerta de
piedra?
-¡No, no! -repliqué vivamente-. Esta roca debe haber obstruido la entrada de una
manera brusca a consecuencia de alguna sacudida sísmica o de uno de esos fenómenos
magnéticos que agitan todavía la superficie terrestre. Han mediado largos años entre el
regreso de Saknussemm y la caída de esta piedra. Es evidente que esta galería ha sido en
otro tiempo el camino seguido por las lavas, y que, entonces, las materias eruptivas cir-
culaban por ella libremente. Mire usted, hay grietas recientes que surcan este techo de
granito, construido con trazos de piedras enormes, como si la mano de algún gigante
hubiera trabajado en esta obstrucción; pero un día, el empuja fue más fuerte, y este
bloque, cual clave de una bóveda que falla, deslizóse hasta el suelo, dejando obstruido el
paso. Henos, pues, ante un obstáculo accidental que no encontró Saknussemm, y, si no la
removemos, somos indignos de llegar al centro del mundo.
Este era mi lenguaje, cual si el alma del profesor se hubiese albergado en mí toda
entera. Inspirábame el genio de los descubrimientos. Olvidaba lo pasado y desdeñaba lo
porvenir. Ya nada existía para mí en la superficie del esferoide en cuyo seno habíame
engolfado: ni ciudades, ni campos, ni Hamburgo, ni la König-strasse, ni mi pobre
Graüben, que, a la sazón, debía creerme para siempre perdido en las entrañas de la tierra.
-Abrámonos camino a viva fuerza -dijo mi tío-; derribemos esta muralla a golpes de
azadón y de piqueta.
-Es demasiado dura para eso -exclamé yo.
-Entonces...
Recurramos a la pólvora. Practiquemos una mina y volemos el obstaculo.
-¡La pólvora!
-¡Sí, sí! ¡Sólo se trata de volar un trozo de roca!