Mucho ruido y pocas nueces (William Shakespeare) Libros Clásicos

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HERO.-Es de una disposición muy melancólica.
BEATRIZ.-El hombre perfecto sería aquel que se tuviera en el justo medio entre él y Benedicto: el uno es muy semejante a una estatua y no dice esta boca es mía; el otro se parece al hijo mayor de la señora de lacasa, que chacharea incesantemente.
LEONATO.-Es decir, la mitad de la lengua del señor Benedicto en la boca del conde Juan y la mitad de la melancolía del conde Juan en la cara del señor Benedicto.
BEATRIZ.-Con una buena pierna y un buen pie, tío, y bastante dinero en la bolsa, sería un hombre capaz de seducir a cualquier mujer del mundo, si lograba captarse su buena voluntad.
LEONATO.-A fe, sobrina, que no conseguirás nunca un esposo si tienes siempre la lengua tan maliciosa.
ANTONIO.-A fe que es demasiado maldita.
BEATRIZ.-Demasiado maldita es más que maldita. De ese modo echaré de menos una bendición de Dios, pues según el proverbio, «A la vaca maldita da Dios cuernos cortos»; pero a la que es demasiado maldita no le da cuerno alguno.
LEONATO.-Así, por ser demasiado maldita, ¿no os dará Dios cuernos?
BEATRIZ.-Justamente, si no me da marido, cuya merced le imploro de rodillas todas las mañanas y todas las noches: «¡Señor! Yo no podría sufrir a un marido con toda la barba; preferiría acostarme con un montón de lana».
LEONATO.-Podéis poner los ojos en un marido sin barba.
BEATRIZ.-¿Y qué haría con él? ¿Vestirle con mis faldas y que me sirviese de doncella? Quien tiene barba es más que un mancebo, y el que carece de ella menos que un hombre. Si es más que mancebo es mucho hombre para mí, y si es menos que hombre, soy yo mucha mujer para él. Por consiguiente, prefiero tomar seis peniques de arras del guardaosos y conducir sus monos al infierno.
LEONATO.-Bueno; entonces, ¿irás al infierno?
BEATRIZ.-No, sino hasta la puerta. Allí me saldrá al encuentro el diablo, quien, con sus cuernos en la cabeza, como un viejo cornudo, me dirá: «Anda al cielo, Beatriz, anda al cielo; aquí no hay sitio para doncellas como tú». Entonces yo le dejaré mis monos y me encaminaré al cielo en busca de San Pedro. Él me enseñará dónde se sientan los solterones, y allí viviremos tan dichosos cuan largo es el día.
ANTONIO.

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