Página 13 de 57
BENEDICTO.-En lo que fuera lícito.
BEATRIZ.-No, si me condujeran a algo malo, les dejaría en la primera vuelta.
Baile. Después salen todos, menos DON JUAN, BORACHIO y CLAUDIO.
DON JUAN.-Indudablemente, mi hermano se ha prendado de Hero; y ha
llamado aparte a su padre para declarárselo. Las damas han seguido a la bella y
no queda más que una máscara.
BORACHIO.-Y ésa es Claudio; le conozco en el porte.
DON JUAN.-¿No sois el signior Benedicto?
CLAUDIO.-Habéis acertado; el mismo soy.
DON JUAN.-Signior, sois el amigo íntimo de mi hermano. Está enamorado de Hero. Os ruego le hagáis desistir de ese enlace. Ella no es de una cuna igual a la suya. Podéis representar en ello el papel de un hombre honrado.
CLAUDIO.-¿Cómo sabéis que la ama?
DON JUAN.-Le he oído jurarle amor.
BORACHIO.-Yo también; y juró que se casaría con ella esta misma noche.
DON JUAN.-Venid, vámonos al banquete. (Salen DON JUAN y BORACHIO.)
CLAUDIO.-He contestado así al nombre de Benedicto, mas he oído esas malas nuevas con los oídos de Claudio. Es cierto; el príncipe la corteja para sí. La amistad es en todo consecuente, salvo en el oficio y negocios del amor. Por lo tanto, es preciso que en el amor los corazones no se valgan de intérpretes, y que los ojos traten por su cuenta, sin fiarse de mediador alguno, pues la hermosura es una hechicera con cuyos encantos la lealtad se trueca en pasión. Es un hecho que se comprueba a todas horas, y yo no he sabido recelar. ¡Adiós, pues, Hero! Vuelve a entrar BENEDICTO.
BENEDICTO.-¿El conde Claudio?
CLAUDIO.-Sí, el mismo.
BENEDICTO.-Vamos, ¿queréis seguirme?
CLAUDIO.-¿Adónde?
BENEDICTO.-Hasta el sauce más próximo, para tratar de vuestro asunto, conde. ¿A qué moda queréis llevar la guirnalda? ¿Ceñida al cuello, como cadena de usurero, o al brazo, como banda de teniente? De uno u otro modo habéis de llevarla, pues el príncipe ha conquistado vuestra Hero.
CLAUDIO.-Que sea feliz con ella.
BENEDICTO.-¡Cómo! Eso es hablar como un buen ganadero; así se cierra un trato de bueyes. Pero ¿hubiereis supuesto al príncipe capaz de jugaros semejante partida?
CLAUDIO.-Os lo ruego, dejadme.
BENEDICTO.-¡Eh! Ahora procedéis como el ciego. Fue el lazarillo quien os robó la comida, y dais de palos al poste.
CLAUDIO.-Si no puede ser de otro modo, os dejaré yo.