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CLAUDIO.-No, pero se le ha visto con el oficial del barbero, y el antiguo adorno
de sus mejillas ha servido ya para rellenar pelotas.
LEONATO.-En efecto, tiene cara de más joven desde que ha perdido la barba.
DON PEDRO.-Y además se perfuma con algalia. ¿Deducís algo de este olor?
CLAUDIO.-Equivale a decir que el perfumado mancebo está enamorado.
DON PEDRO.-La mejor prueba de ello es su melancolía.
CLAUDIO.-¿Y cuándo había acostumbrado a lavarse la cara?
DON PEDRO.-Justamente, ¿y a acicalarse? Por lo cual ya he oído lo que dicen
de él.
CLAUDIO.-No, es su espíritu chancero, que se ha deslizado ahora por entre las
cuerdas de un laúd y se deja regir ya por las clavijas.
DON PEDRO.-En verdad, eso revela en él una historia grave. Concluyamos,
concluyamos: está enamorado.
CLAUDIO.-Por cierto, sólo yo sé quién le ama.
DON PEDRO.-Es lo que yo también quisiera saber. Os aseguro que se trata de
alguna persona que no le conoce.
CLAUDIO.-Ya lo creo, y todas sus malas cualidades; y, a pesar de todo, se
muere por él.
DON PEDRO.-Habrá que enterrarla cara al cielo.
BENEDICTO.-En todo eso, no obstante, no hallo ensalmo para el dolor de
muelas. Venerable señor, daos un paseo a solas conmigo. He estudiado ocho o nueve palabras sensatas que es menester os diga, y que no tienen por qué oír estos estafermos. (Salen BENEDICTO y LEONATO.)
DON PEDRO.-Por vida mía, a manifestarse va con él respecto de Beatriz.
CLAUDIO.-Exactamente, Hero y Margarita habrán representado sus papeles
con Beatriz, y ya no se morderán una a otra las dos fieras cuando se encuentren.
Entra DON JUAN.
DON JUAN.-Mi señor y hermano, Dios os guarde.
DON PEDRO.-Buenas tardes, hermano.
DON JUAN.-Quisiera hablar con vos, si disponéis de tiempo.
DON PEDRO.-¿A solas?
DON JUAN.-Si os place; sin embargo, el conde Claudio puede escuchar, pues
lo que he de deciros le concierne.
DON PEDRO.-¿De qué se trata?
DON JUAN.-(A CLAUDIO.) ¿Piensa casarse mañana vuestra señoría?
DON PEDRO.-Ya sabéis que sí.
DON JUAN.-No sé si se casará o no, cuando sepa lo que yo sé.
CLAUDIO.-Si hubiese algún impedimento, os suplico que lo manifestéis.
DON JUAN.-Quizá creáis que no os estimo; eso se aclarará luego, y tendréis mejor opinión de mí en vista de lo que voy ahora a descubriros.