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CLAUDIO.-Permitidme que haga una pregunta a vuestra hija; y por aquella
autoridad paterna y fuero blando que tenéis sobre ella, mandadla que responda francamente.
LEONATO.-Te exijo que así lo hagas, como hija mía que eres.
HERO.-¡Oh Dios, amparadme! ¡Cómo me acosan! ¿Qué clase de interrogatorio
es éste?
CLAUDIO.-Un interrogatorio para que respondáis con verdad a vuestro nombre.
HERO.-¿No es el de Hero? ¿Quién podrá manchar tal nombre con un reproche
justo?
CLAUDIO.-¡A fe que Hero! ¡Hero misma puede manchar la virtud de Hero!
¿Quién era el hombre que hablaba con vos anoche, en vuestra ventana, entre
doce y una? Ahora, si sois doncella, responded.
HERO.-Con ningún hombre he hablado a tal hora, señor.
DON PEDRO.-No sois doncella entonces. –Leonato, me duele que hayáis de
oírlo. Por mi honor, yo, mi hermano y este pobre conde la hemos visto y oído a
esa hora de la noche última hablar con un rufián en la ventana de su aposento; el
cual, como bellaco, al fin, sin pizca de decoro, nos confesó las viles entrevistas
que habían tenido mil veces en secreto.
DON JUAN.-¡Vergonzosas! ¡Vergonzosas! No merecen otro nombre, señor, ni
que se hable de ellas.
No hay castidad suficiente en el lenguaje para referirlas sin ofender los oídos. Así
que, linda joven, lamento tu notoria liviandad.
CLAUDIO.-¡Oh Hero! ¡Qué heroína, qué dechado fueras, de haber empleado la
mitad de tus hechizos exteriores en adornar tus pensamientos y las aspiraciones
de tu corazón! Pero ¡adiós a ti, la más inmunda y la más bella! ¡Adiós a ti, pura
impiedad e impía pureza! Por ti cerraré todas las puertas del amor, y la sospecha
penderá de mis párpados para trocar toda hermosura en pensamientos de
maldad y nunca hallarle otros atractivos.
LEONATO.-¿No hay aquí un puñal para matarme?
HERO se desmaya.
BEATRIZ.-¡Ay! ¡Qué es esto, prima! ¿Os sentís enferma?
DON JUAN.-Venid, partamos. Semejantes revelaciones le han hecho perder el
sentido. (Salen DON PEDRO, DON JUAN y CLAUDIO.)
BENEDICTO.-¿Cómo está la prima?
BEATRIZ.-¡Creo que muerta! ¡Socorro, tío! ¡Hero! ¡Ay! ¡Hero! ¡Tío! ¡Signior
Benedicto! ¡Monje!
LEONATO.-¡Oh destino! ¡No levantes tu pesada mano! ¡La muerte es el mejor
velo que puede desearse para cubrir su oprobio!
BEATRIZ.-¿Cómo te sientes? ¡Prima Hero!
FRAILE.-Reconfortaos, señora.
LEONATO.-¿Y alzas la vista?
FRAILE.