Mucho ruido y pocas nueces (William Shakespeare) Libros Clásicos

Página 47 de 57

¡Ya lo creo! Y sé
lo que pesan hasta el último adarme: mocosuelos, baladrones, petimetres, que
mienten, adulan, befan, desacreditan y calumnian, y con trazas de bufón afectan

aires terribles y emplean una docena de términos de amenaza para explicar cómo
herirían a sus adversarios, si se atrevieran. ¡Y eso es todo!
LEONATO.-Pero hermano Antonio...
ANTONIO.-Vamos, esto no os compete: no os mezcléis en ello. Corre de mi

cuenta.
DON PEDRO.-Caballeros, no queremos excitar vuestro enojo. Mi corazón está

desolado por la muerte de vuestra hija; pero, por mi honor, que de nada fue
culpada que no estuviera cierta y verdaderamente probado.
LEONATO.-Señor, señor...
DON PEDRO.-No quiero oíros.
LEONATO.-¿No? Vamos, hermano, fuera de aquí. ¡Quiero que se me oiga!
ANTONIO.-¡Y se os oirá, o a alguno de vosotros ha de pesarle! (Salen

LEONATO y ANTONIO.)
Entra BENEDICTO.
DON PEDRO.-Mirad, mirad. Aquí viene el hombre a quien buscábamos.
CLAUDIO.-Hola, signior, ¿qué hay de nuevo?

BENEDICTO.-Buenos días, señor.
DON PEDRO.-Bienvenido, señor. Por poco llegáis a tiempo para intervenir casi
en una pendencia.

CLAUDIO.-Hemos estado a punto de que nos mascaran las narices dos viejos desdentados.
DON PEDRO.-Leonato y su hermano. ¿Qué te parece? De haber venido a las manos, no dudo de que hubiéramos sido demasiado jóvenes para ellos.
BENEDICTO.-A mala querella no hay valor verdadero. Venía en busca de los dos.
CLAUDIO.-Nosotros andábamos arriba y abajo buscándote, porque estamos de melancolía hasta el cogote y de buena gana nos sacudiríamos de ella. ¿Quieres hacer uso de tu ingenio?
BENEDICTO.-Lo llevo en la vaina de mi espada. ¿Tiro de él?
DON PEDRO.-¿Llevas tu ingenio al lado?
CLAUDIO.-Nunca se vio tal cosa, aunque hay muchos cuyo ingenio hay que dejar a un lado. Te mandaré desenvainar, como hacemos con los ministriles. Desenvaina para distraernos.
DON PEDRO.-A fe de hombre honrado que se le ve palidecer. ¿Estás enfermo
o enojado?
CLAUDIO.-¡Cómo! ¡Ánimo, hombre! Aunque de pesar se muere el gato, tú
tienes temple bastante para dar muerte al pesar.
BENEDICTO.-Señor mío, me encontraré con vuestro ingenio en el terreno, si es

a mí a quien se dirigen vuestros ataques. Os ruego mudéis de tema.
CLAUDIO.-Pues dadle entonces otra lanza; esta última se ha roto en astillas.
DON PEDRO.-Por esta luz, que se pone cada vez más pálido.

Página 47 de 57
 

Paginas:
Grupo de Paginas:       

Compartir:




Diccionario: