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ROSALINDA.- ¡Viajero! Pues a fe mía que os so-bra motivo para estar triste. Me temo que hayáis vendido vuestras tierras por ir a ver las ajenas. Y luego, haber visto mucho y no tener nada, es tener ojos ricos y manos pobres. JAQUES.- Sí; he ganado experiencia.
(Entra Orlando.)
ROSALINDA.- Y vuestra experiencia os entristece. Yo preferiría tener un bufón que me pusiera alegre, y no una experiencia que me pusiera triste. ¡Y todavía viajar por ella! ORLANDO.- Buenos días y ventura, amada Rosa-linda. JAQUES.- Pues nada; Dios os asista, que estáis hablando en verso suelto. ROSALINDA.- Adiós, señor viajero. Parad mien-tes. Mientras no habléis pronunciando con afectación, os vistáis con extraños trajes, echéis a perder los beneficios de vuestro propio país, reneguéis del amor a vuestra nacionalidad y aun echéis en cara a Dios el haberos dado la forma que tenéis, me costará mucho trabajo creer que habéis navegado ni siquiera en una góndola. (Sale Jaques.) ¿Qué significa esto, Orlando? ¿A dónde habéis estado todo este tiempo? ¿Y sois un amante? Si os acontece hacerme otra partida como ésta, no os volváis a presentar a mi vista. ORLANDO.- Amada Rosalinda, no ha pasado una hora desde el momento de veros, según mi pro-mesa. ROSALINDA.-¡ Faltar una hora entera a una pro-mesa amorosa! En materia de amor, aquel que divida un minuto en mil partes y falte en fracción alguna a la milésima parte del minuto, está, como si se di
jera, en manos de la policía del amor; pero yo ga
rantizo que está sano de corazón
ORLANDO.- Perdonadme, amada Rosalinda
ROSALINDA.- No. Si habéis de ser tan lento, n
volváis a verme. Tanto me valdría tener por preten
diente a un caracol
ORLANDO.- ¿Un caracol
ROSALINDA.- Sí; pues aunque camina despacio
lleva su casa en la cabeza; mejor dote que la que po
déis hacer a mujer alguna. Fuera de esto, lleva con
sigo su destino
ORLANDO.- ¿Qué es eso
ROSALINDA.- Los, cuernos con los cuales se pre
sume que deben aparecer a mérito de sus esposa
aquellos que se os parecen; mientras que él tiene l
suerte de venir armado sin que por ello se pueda di
famar a su esposa
ORLANDO.- La virtud no es fabricante de cuer
nos; y mi Rosalinda es virtuosa
ROSALINDA.- Y yo soy vuestra Rosalinda
CELIA.- Le agrada daros ese nombre; pero él tien
una Rosalinda de mejor aspecto que vos.