Página 50 de 57
el choque de dos carneros, de famosa baladronad
de César: «vine, vi, vencí." Porqué todo fue encon
trarse vuestro hermano con mi hermana, cuando s
vieron apenas se vieron se amaron; bien nació est
amor, se dieron a suspirar; al primer suspiro se pre
guntaron el por qué, y en el instante de saberlo, bus
caron el remedio; de modo que escalón por escaló
han subido así un par de escaleras hacia el piso de
matrimonio. Y lo escalarán incontinenti so pena de ser incontinentes antes de entrar en él. Están en una verdadera furia de amor y quieren unirse. No los apartarán ni a garrotazos. ORLANDO.- Se casarán mañana, e invitaré al duque a la boda. Pero ¡ay! ¡qué dura cosa es mirar la felicidad por la vista de otros hombres! Tanto más sentiré mañana en mi corazón el colmo del abatimiento, cuanto más piense en la felicidad de mi hermano al obtener lo que desea. ROSALINDA. - Pues entonces, ¿por qué no podré mañana hacer el papel de Rosalinda? ORLANDO.- No puedo vivir más tiempo de ilusiones. ROSALINDA.- Ya no os fatigaré más con palabras ociosas. Dejadme deciros, pues (y hablo ahora con algún propósito), que os conozco por caballero bien educado. Y no lo digo por inspiraros buena opinión de mi discernimiento al expresar que os conozco así; ni tengo por objeto ganar vuestro aprecio más allá de lo necesario para que creáis aquello que podrá adquiriros algún bien más que a mí una gracia. Creed, pues, si os place, que puedo hacer cosas extrañas. Desde que tuve tres años de edad, he tratado a un mágico, eximio en su arte, y, sin embargo, no condenable. Si tan de corazón amáis a Rosalinda como parece declararlo vuestra actitud, os casaréis con ella al mismo tiempo que vuestro hermano con Aliena. Conozco bien las adversidades de fortuna en que se encuentra; y no es imposible para mí, si no lo juzgáis inconveniente, hacerla aparecer en vuestra presencia mañana, en toda su humana realidad y sin peligro alguno. ORLANDO.- ¿Hablas seriamente? ROSALINDA.- Te lo aseguro por mi vida, a la cual tengo un afecto muy tierno, aunque diga que soy rnago. Así, pues, vístete de gala, e invita a tus amigos; porque si quieres casarte mañana, te casarás; y con Rosalinda, si quieres. (Entran Silvio y Febe.) Mira, aquí vienen una que se ha enamorado de mí, y uno que se ha enamorado de ella.