Página 11 de 75
brutal! ¡Peor que brutal! ¡Vamos, búscale! Voy a detenerle. ¡lnfame aborrecible! ¿Dónde está?
EDMOND
No lo sé de cierto, señor. Si tenéis a bien suspender vuestro furor contra mi hermano hasta poder
cercioraros con él mismo de su intento, iríais sobre seguro; en cambio, si procedéis con vehemencia
contra él, interpretándole mal, abriréis una gran brecha en vuestra honra y romperéis su obediencia
hasta la entraña. Apostaría mi vida a que ha escrito eso para probar mi afecto por vos y no con un fin
perverso.
GLOSTER
¿Eso crees?
EDMOND
Si Vuestra Señoría lo estima oportuno, os situaré donde nos oigáis hablar de ello y, tras la prueba
auditiva, quedaréis convencido. Y todo esta misma tarde.
GLOSTER
No puede ser un monstruo así.* Edmond, búscale. Te lo ruego, insinúate con él. Dispón el asunto según
tu criterio. Renunciaría a mi condición por estar seguro.
EDMOND
Señor, voy a buscarle. Llevaré el asunto con los medios a mi alcance y os informaré.
GLOSTER
Los recientes eclipses de sol y de luna no nos auguran nada bueno. Aunque la razón natural lo explique
de uno u otro modo, el afecto sufre las consecuencias: el cariño se enfría, la amistad se quebranta, los
hermanos se desunen; en las ciudades, revueltas; en las naciones, discordia; en los palacios, traición; y
el vínculo entre el hijo y el padre se rompe. Este canalla de hijo encaja en el augurio: es el hijo contra el
padre. El rey traiciona un instinto natural: es el padre contra el hijo. Atrás quedan ya nuestros años
mejores. Intrigas, doblez, perfidia y desórdenes nos siguen inquietantes a la tumba. Edmond, sonsaca a
ese infame; tú no expones nada. Hazlo con cuidado. ¡Y el noble y leal Kent, desterrado! ¡Su culpa, la
honradez! Sorprendente.
Sale.
EDMOND
La estupidez del mundo es tan superlativa que, cuando nos aquejan las desgracias, normalmente
producto de nuestros excesos, echamos la culpa al sol, la luna y las estrellas, como si fuésemos canallas