El Rey Lear (William Shakespeare) Libros Clásicos

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Desde que soy hombre
no recuerdo haber visto estos chorros de fuego,
ni oído este retumbar del hórrido trueno,
ni estos gemidos de lluvia y viento rugiente.
El hombre no soporta tal angustia ni temor.
LEAR
Que los grandes dioses que engendraron
tan terrible tumulto sobre nuestras cabezas
descubran ahora a sus enemigos. Tiembla,
desgraciado, que callas tus recónditos delitos
aun sin castigar. Escóndete, asesino,
perjuro, hipócrita incestuoso. Estremécete,
infame, y salta en pedazos por haber
tramado contra el hombre bajo capa
de bondad. Crímenes ocultos, abrid
vuestros antros y pedid perdón
a estos terribles emisarios.
Víctima soy del pecado más que pecador.
KENT
¡Cómo! ¿A cabeza descubierta? ––
Majestad, aquí cerca hay una choza:
os dará cobijo en esta tempestad.
Descansad dentro, mientras voy al duro palacio
(más duro que la piedra de sus muros,
donde hace poco me han negado acceso
al preguntar por vos) a obligarles
a mostrar siquiera cortesía.
LEAR
La cabeza se me va. ––
Vamos, muchacho. ¿Cómo estás? ¿Tienes frío?
Yo también. –– ¿Dónde está esa choza, amigo?
El arte de la necesidad es admirable:
vuelve valioso lo mísero. Vamos, la cabaña. ––
Mi pobre y pícaro bufón, en mi pecho
hay siempre un hueco que se apena por ti.
BUFÓN [canta]
Quien tiene poco juicio y sensatez,
do, re, mi, do, hay viento y lloverá,
a su destino se ha de someter,
pues un día y otro día lloverá.
LEAR
Cierto, muchacho. –– Vamos, llévanos a la choza.

Salen [LEAR y KENT].

BUFÓN
Espléndida noche hasta para enfriar a una golfa. Ante; de salir, haré una profecía:
Cuando sacerdotes no hagan y hablen
y los cerveceros la cerveza agüen;
cuando el noble enseñe al sastre su empleo
y, en lugar de herejes, ardan los puteros,
será porque el reino de Albión
ha entrado en la gran confusión.


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