Hamlet (William Shakespeare) Libros Clásicos

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Siéntate un rato
y deja que asediemos tus oídos,
tan escudados contra nuestra historia,
diciéndote lo que hemos visto estas dos noches
HORACIO
Muy bien, sentémonos
y oigamos lo que cuenta Bernardo.
BERNARDO
Anoche mismo, cuando esa estrella
que hay al oeste de la polar se movía
iluminando la parte del cielo
en que ahora brilla, Marcelo y yo,
con el reloj dando la una...

Entra el ESPECTRO.

MARCELO
¡Chsss! No sigas: mira, ahí viene.
BERNARDO
La misma figura; igual que el rey muerto.
MARCELO
Tú tienes estudios: háblale, Horacio.
BERNARDO
¿No se parece al rey? Fíjate, Horacio.
HORACIO
Muchísimo. Me sobrecoge y angustia.
BERNARDO
Quiere que le hablen.
MARCELO
Pregúntale, Horacio.
HORACIO
¿Quién eres, que usurpas esta hora de la noche
y la forma intrépida y marcial
del que en vida fue rey de Dinamarca?
Por el cielo, te conjuro que hables.
MARCELO
Se ha ofendido.
BERNARDO
Mira, se aleja solemne.
HORACIO
Espera, habla, habla. Te conjuro que hables.

Sale el ESPECTRO.

MARCELO
Se fue sin contestar.
BERNARDO
Bueno, Horacio. Estás temblando y palideces.
¿No es esto algo más que una ilusión?
¿Qué opinas?
HORACIO
Por Dios, que no lo habría creído
sin la prueba real y terminante
de mis ojos.
MARCELO
¿Verdad que se parece al rey?
HORACIO
Como tú a ti mismo.
Tal era la armadura que llevaba
cuando combatió al ambicioso rey noruego.
Tal su ceño cuando, tras fiera discusión,
a los polacos aplastó en sus trineos
sobre el hielo. Es asombroso.
MARCELO
Con paso tan marcial ha cruzado ya dos veces
nuestro puesto a esta hora cerrada de la noche.
HORACIO
No puedo interpretarlo exactamente,
pero, en lo que se me alcanza, creo que esto
presagia conmoción en nuestro estado.
MARCELO
Bueno, sentaos, y dígame quien lo sepa
por qué se exige cada noche al ciudadano
tan estricta y rigurosa vigilancia;

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