Hamlet (William Shakespeare) Libros Clásicos

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haz que tus encuentros exijan algo más
que la orden de acudir. Respecto a Hamlet,
créele en la medida en que es joven,
y piensa que el ronzal con que se mueve
es mucho más largo que el tuyo. En suma, Ofelia,
no creas sus juramentos, pues son intermediarios
de distinto color del que los viste,
abogados de causas impías, que se expresan
como santos y piadosos alcahuetes
para seducirte mejor. No lo repetiré:
hablando claro, no quiero que en adelante
deshonres ni un momento de tu ocio
conversando con el Príncipe Hamlet.
Haz lo que te digo. Vamos, ven.
OFELIA
Os obedeceré, señor.

Salen.

I.iv Entran HAMLET, HORACIO y MARCELO.

HAMLET
El viento corta implacable. Hace mucho frío.
HORACIO
Este viento hiela y te traspasa.
HAMLET
¿Qué hora es?
HORACIO
Creo que casi las doce.
MARCELO
No, ya las han dado.
HORACIO
¿Ah, sí? No he oído nada.
Entonces se acerca la hora
en que el espectro acostumbra a vagar.

Toque de trompetas y dos salvas.

¿Qué significa esto, señor?
HAMLET
El rey trasnocha y alza el codo,
está de borrachera, baila como un remolino
y, cada vez que se atiza su vino del Rin,
rebuznan las trompetas y timbales
celebrando su brindis.
HORACIO
¿Es la costumbre?
HAMLET
Vaya que sí.
Pero, a mi juicio y aunque vine al mundo aquí
y estoy hecho a ella, es una costumbre
que más honra perder que conservar.

Entra el ESPECTRO.

HORACIO
¡Mirad, señor, ahí viene!
HAMLET
¡Los ángeles del cielo nos protejan!
Seas espíritu del bien o genio maldito,
traigas auras celestiales o rachas del infierno,
sean tus propósitos malvados o benignos,
tu aspecto tanto mueve a preguntar
que voy a hablarte. Te llamaré Hamlet,
rey, padre, excelso danés. ¡Ah, contesta!
No me dejes que estalle en la ignorancia,

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