Montañas rusas y aéreas o francesas

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Aunque no se dará aquí un pormenor del mecanismo de las montañas llamadas rusas, y otras de diferentes denominación, indicaremos lo suficiente para dar idea de estos juegos a los que no lo sepan sino de oídas, y aun de modo que puedan formarlas, si les acomoda, con sólo lo que digamos. Las primeras montañas rusas se establecieron en 1817, e introdujeron la moda de este atrevido juego. Consistía en hacer deslizarse un carretoncillo sobre un plano inclinado muchos grados. La montaña estaba construida sobre un maderamen, y los carretones; sujetos en la corredera o canal, bajaban, o por mejor decir caían con una extrema velocidad. En cada carro podían ir una o dos personas. Al llegar al medio de la montaña se experimentaba un viento violento y frío, que hacía toser por poco aire que corriese. Este juego gustó mucho a las mujeres, porque les proporcionaba ocasión de dar pruebas de valentía divirtiéndose; y no faltaron médicos complacientes que persuadieron a muchos maridos podía ser saludable este ejercicio a las mujeres.

Montañas aéreas, o francesas

Lo que desagradaba en las montañas rusa, era el que habiendo bajado se tenía que subir una multitud de escaleras para volver a bajar, y esto no solamente cansaba, sino que hacía perder mucho tiempo : además la concurrencia se estorbaba mutuamente, y era preciso sufrir a lo menos dos horas de espera, a trueque de un momento de diversión. Este inconveniente le evitaron las montañas aéreas, pues siendo dobles y circulares, salían dos carros a la vez de cada lado ; y un mecanismo ingenioso, dándoles un movimiento elíptico, las volvía al punto de donde habían partido, haciéndolas remontar a la cumbre de la montaña. Era una cosa muy agradable, después de haber sido arrojado como en un abismo, volver a subir suavemente y como si se balancease uno ligeramente. Fuera de esto, tomando desde luego cierta provisión de billetes, se empezaba de nuevo el curso, sin interrupción. Diferentes accidentes graves decidieron a la autoridad a impedirlas; pero las que pueden establecerse en los jardines no presentan riesgo alguno; pues las montañas menores de que hablaremos, no han producido jamás ningún resultado funesto : subsisten siempre, y son fáciles de construir.

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