Orígenes del Póker Secciones Especiales

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1. Orígenes del Póker

Durante muchos años, el rey de los juegos ha sido, sin duda, él póker. La primera referencia escrita sobre este juego, podemos situarla en 1834, en un: libro escrito por Jonathan H. Green donde se explican, sus reglas detalladamente. Pero eso no significa, ni mucho menos, que debemos buscar sus orígenes en el siglo XIX, puesto que gran parte, de los tratados sobre el tema, sitúan ya en el siglo XVII y XVIII el origen, de la palabra "póker", como un derivado del juego francés del Poque, mientras otros aseguran que su origen real está en el juego alemán Pochspiel, en el que cada jugador, si desea participar en el mismo, debe pronunciar la frase "Ich poche!".

Asimismo, han sido atribuidos sus orígenes a la palabra francesa poche (bolsillo), e incluso; yendo más lejos, a la hindú pukka. Por su parte, el estudioso del juego Scarne opina que procede del término con el que, en argot, se denominaba a la cartera de los bolsilleros y carteristas americanos: poke.

Antes de llegar el póker a Nueva Orléans, ya se jugaba en esa ciudad, traído por los marineros, un antiquísimo juego persa, denominado As-Nas, cuya estructura es muy similar a la del póker, y que puede haber sido el antecedente del juego italiano Primero y del francés Gilet, que, durante el reinado de Carlos IX (1550-1574), adoptara el nombre de Brelan, dando lugar a dos variantes, Bouillotte y Ambigú, juegos de los que algunas características pasarían al póker.

El póker vuelve a aparecer mencionado en 1845, en una de las primeras ediciones norteamericanas del libro de Hoyle, abogado inglés que había fallecido en 1769, y cuya obra fue objeto de revisión y estudio por parte de otros autores posteriores.

En esas obras se habla de variantes del juego como las llamadas "póker del cerdo", "póker del fusil" o "póker de la escopeta de dos cañones", modismos del juego muy habituales por entonces en el Sur y en el Oeste de los Estados Unidos, y cuyas peculiaridades no están del todo claras.

Resultan también sumamente curiosos los libros dedicados por entonces a la relación de los más diversos trucos de tahúres y jugadores de ventaja, narrando trampas del todo increíbles, desde los complicados artilugios bajo la chaqueta de dichos "caballeros", capaces de cambiar las cartas con suma rapidez y eficacia, hasta otros sistemas menos sofisticados, pero igualmente eficaces para desplumar incautos en la mesa de póker.

John Neville Makelyne, publicaba en 1994 un libro en el que se relata, incluso, cómo el código Morse podía ser utilizado en una ingeniosa trampa llamada "del órgano".

Esta trampa requería de la existencia de un cómplice del tramposo que, mediante una tabla del suelo, previamente aflojada, se tiraba desde una habitación contigua de una cuerda, tras ver las cartas de los otros jugadores a través de una mirilla en la pared, y las oscilaciones de la tabla revelaban al tahúr lo que su compinche le comunicaba sobre las cartas del adversario.

También en Chicago se practicaron toda clase de trampas, destacando a un tal P. J. Lucky Dutchman Kepplinger, de San Francisco, que concibió un extraño y complicado artilugio de poleas, ruedas, cables y tubos bajo la indumentaria del jugador tramposo, mediante lo cual le era sumamente sencillo, una vez dominada la técnica de su manejo, cambiar su juego a voluntad.

Pero Kepplinger fue descubierto un día en sus trucos sucios, y entregado a la policía, aunque no salió demasiado malparado de todo ello, gracias a un acuerdo con los demás jugadores para compartir su secreto artilugio con ellos.

Resultaría interminable relatar la cantidad de triquiñuelas utilizadas durante todos los tiempos para ganar tramposamente al póker, pero sin duda los tahúres del Mississippi podrían dar amplias lecciones de la materia a cualquiera. De todos modos, incluso en los años cuarenta, en California, en un local llamado Friar's Club, un genial tramposo llamado John Rosselli, logró vaciar los bolsillos de famosos como Zeppo Marx, Tony Martin o Phil Silvers hasta un total nada despreciable de 400.000 dólares ¡de los de entonces!

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