Otras historias sobre su origen

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No ha quedado registro alguno de partidas jugadas, ni siquiera de finales de ninguna de las variantes asiáticas del juego, particularmente las que se desarrollaron en la India. Los registros más antiguos de partidas indias son de comienzos del siglo pasado, vale decir, de la época en que los extranjeros introdujeron la notación en ese país. Por esta razón, los investigadores del siglo pasado y también de los anteriores se enfrentaron con parcelas de conocimiento sumamente oscuras. Es por eso también que, pese a ser el ajedrez un juego de considerable antigüedad, la investigación histórica seria no tiene más de trescientos años.

Los problemas relativos al desarrollo del juego en sí fueron extremadamente sutiles y las variaciones regionales, enormes. A esto hay que sumarle el agravante de que las pocas referencias que aparecen en las crónicas indias son en su mayoría confusas a la hora de determinar la apertura del juego, medio juego y final, los alcances de las piezas y sus movimientos precisos.

Hasta muy entrado el siglo XIX y muy probablemente una o dos décadas después de iniciado el siglo XX, se seguían practicando, en algunas zonas de China e Indochina, juegos cuya raíz estaba muy cerca del ajedrez moderno, a pesar de diferencias en las piezas y en sus movimientos.

Durante toda la Edad Media se dio por inventor de este juego a Palamedes, combatiente de la Guerra de Troya, a quien Ulises (Odiseo) odiaba por ser su genio superior al de él, pero al que finalmente venció en batalla. Palamedes es reconocido -sin embargo, con algo de duda- por Souterus como el creador del juego.

La Edad Media creó muchas más historias en torno a los orígenes del juego del ajedrez, y los juglares, que llevaban música, danza y cabriolas en sus andanzas, ¡llevaban a veces consigo problemas de ajedrez! En general, le atribuían la invención a Aristóteles, a Platón, a Arquímedes y a otros clásicos griegos o latinos, aunque lo más probable es que se hayan transmitido los problemas unos a otros, de boca en boca, sin preocuparse mucho por su procedencia.

Como ya hemos visto, durante mucho tiempo se creyó que el ajedrez podía descender del petteia de los griegos, o de los latrunculi de los romanos, aunque ninguno de ellos puede emparentarse físicamente con el ajedrez, más bien se parecen al backgammon, que combina dados, fichas y tablero. En lo que sí se asemejan es en el tablero escaqueado, cosa que no aparece en ningún repertorio árabe, ya que toda Asia los tableros de los protoajedreces eran uniformemente unicolores, con sus casillas delimitadas por líneas. Sin embargo, algunos tratadistas, como el español julio Ganzo, un maestro contemporáneo, opinan que los persas ya tenían un tablero de sesenta y cuatro casilleros, alternadamente claros y oscuros, pero nos quedan muchas dudas al respecto. Y, en todo caso, si se dice que los árabes recibieron el juego de los persas, no se puede comprender por qué, teniendo éstos un tablero ajedrezado, los árabes no dan muestras de haberlo conocido.

En algunos tratados árabes se aconseja al jugador bisoño cerciorarse, antes de intentar coronar un peón y hacerlo firzán (equivalente a la dama actual), de que en su recorrido hacia el último escaque, el octavo, no atraviese ninguna diagonal custodiada por un alfil enemigo. Esta recomendación sólo puede ser comprendida en un tablero unicolor, puesto que en el tablero escaqueado ambos alfiles se mueven por diagonales de distintos colores. Si un peón logra, en el tablero ajedrezado, pasar a la diagonal siguiente, ya no será presa del alfil contrario cuyo color de diagonal no coincida con la casilla alcanzada por el peón, en su marcha hacia la promoción.

El tablero ajedrezado clásico aparece por primera vez en el libro de ajedrez compuesto por el rey Alfonso X de Castilla y León. Después se lo encuentra en el del monje dominico italiano Jacobus de Cessolis. En una versión abreviada de esta obra, traducida por un moralista sajón del siglo XIII y que lleva por título "Tractatus de Ludo Sccacorum", que se destaca por sus bellísimas miniaturas iluminadas y del que se ha hecho una reimpresión facsimilar relativamente moderna, también se puede rastrear la aparición del ajedrezado en las obras y libros de ajedrez más antiguos.

Souterus dedica varios capítulos de su libro a un estudio muy pormenorizado y detallista de la etimología de la voz "ajedrez" y usa las voces calculi, latrunculi y scachia, indistintamente, para referirse, ya sea a las piezas o al juego. Más adelante señala, en un apartado: "Scaccha ludus hodiernus non est veterum ludum latrunculorum" (El juego del ajedrez actual no es el juego de los latrunculi de los antiguos). Esto comprueba sus dudas con respecto a los antecesores grecolatinos del juego del ajedrez.

En el capítulo X, Souterus analiza el juego de los latrunculi, que se jugaba en la antigua Roma sobre un tablero semejante al del ajedrez, pero con dados y fichas. Se dedica más adelante a establecer todos los probables vínculos de este juego con el del ajedrez, realizando una labor ciclópea al registrar todas las referencias clásicas en donde aparece mencionada la voz latrunculi. Da por inventor del ajedrez al mítico Palamedes, quien lo habría creado para que se entretuviera la soldadesca mientras duraba el largo sitio de Troya.

Souterus se dedica a analizar luego un poema titulado "De ludus scaccorum", compuesto por Marco jerónimo Vida, un poeta nacido en Cremona hacia el 1480, y muerto en la ciudad de Alba el 27 de setiembre de 1566. La primera edición de su "De scaccorum..."vio la luz en Lyon, en 1527. Posteriormente se hizo una segunda edición en Dublín en 1750 bajo el título de "Scachix Ludus, a poem on the game of chess" (un poema sobre el juego de ajedrez). Comentando uno de los versos, dice Souterus: "Se equivocan los que pretenden llamar a ese juego como al que en nuestros tiempos llamamos ajedrez y que por los antiguos es considerado una imitación de los latrunculi".

En el libro III del "De arte poetica", de Ovidio, encuentra Souterus una referencia a un juego que parece ser imagen de la guerra, pero: "Del rey y la reina que existen en nuestros tiempos ningún escritor antiguo hace mención alguna". Y más adelante se pregunta: "¿Qué cosa es entonces este juego del que Ovidio habla?; toda otra y diversa, seguramente del juego que en nuestros tiempos llaman ajedrez".

Una de las fuentes que el autor estudia para establecer los reales alcances del juego de los latrunculi es el Apocoloquintosis del Divino Claudio, un muy curioso panfleto satírico de Séneca, en donde éste, con la intención de ridiculizar la figura del emperador Claudio, que ya había muerto, monta una farsa en la cual el emperador llega a la morada de los Inmortales para ser deificado (transformado en calabaza si nos atenemos fielmente a la traducción del griego de la voz apocoloquintosis). Finalmente se le sigue un juicio por la muerte de un centenar de caballeros romanos y senadores y es condenado a jugar a los dados con un cubilete sin fondo (en otras palabras, un imposible). Los traductores de Séneca optaron por la palabra "dados" pues probablemente conocían el error que implicaba traducir latrunculi por "ajedrez".

El juego de los latrunculi se hizo muy popular en la Roma imperial y no sería nada extraño que los soldados que echaron suertes sobre la túnica y el manto de Jesucristo, que agonizaba en la cruz, se hayan servido de él para sortearlos.

Más adelante Souterus afirma, con relación al tablero del ajedrez: "El zatrikión de los griegos actuales o contemporáneos es la tabla latruncularia de los antiguos, el ajedrez de los españoles y nuestro scaken". La palabra latina scaccus-i, es una voz tardía originada en la Edad Media que surge de la latinización del término sha, que en árabe quiere decir "rey", porque originariamente el escaque era el "lance al rey". Curiosamente, los idiomas no latinos nombran al ajedrez con términos derivados de esta voz (en alemán se lo llama "schachspiet', en inglés es "chess", etc.), pero en todos ellos (a excepción del francés) la palabra "escaque" se refiere a las casillas del tablero, de ahí la frase "el juego de los escaques".

El juego que los griegos de Bizancio ya jugaban mucho antes de que el ajedrez se conociera en Europa, y que éstos llamaban zatrikión fue, sin lugar a dudas, introducido en el Imperio Bizantino por los persas. Pero el tablero de dos colores, que no se conoció ni en la India, ni en los países culturalmente influidos por ésta, parece ser de origen clásico, o, al menos, no oriental.

El primer testimonio de la helenización del nombre chatrang en zatrikión aparece en un escritor bizantino tardío de alrededor del año 1402, llamado Ducas, quien afirma que habiendo Timur Lenk (Tamerlán), el soberano fundador del Imperio mongol, derrotado a Bayaceto en los llanos de Angora, estaba jugando ajedrez con su hijo cuando le trajeron a éste cautivo. Y no se levantó para atenderlo hasta que no concluyó la partida.

En lo que hace al mundo bizantino y su vinculación con el Imperio sasánida, se sabe que tanto los soberanos Cosroes I y II, como los Alexis eran fuertes jugadores de zatrikión, juego que -como hemos dicho- los griegos recibieron directamente de los persas.

En "El ajedrez, investigaciones sobre su origen" (Barcelona, 1890), Brunet y Bellet sostenía, basándose en unos bajorrelieves hallados en tumbas faraónicas que presentan el escaqueado del tablero, la que hoy es su abandonada tesis sobre la invención egipcia del juego del ajedrez.


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