Don Quijote de la Mancha (Miguel de Cervantes Saavedra) Libros Clásicos

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de la de su madre, que la tuvo muy grande; y, con todo esto, se juzgaba que
le había de pasar la de la hija. Y así fue, que, cuando llegó a edad de
catorce a quince años, nadie la miraba que no bendecía a Dios, que tan
hermosa la había criado, y los más quedaban enamorados y perdidos por ella.
Guardábala su tío con mucho recato y con mucho encerramiento; pero, con
todo esto, la fama de su mucha hermosura se estendió de manera que, así por
ella como por sus muchas riquezas, no solamente de los de nuestro pueblo,
sino de los de muchas leguas a la redonda, y de los mejores dellos, era
rogado, solicitado e importunado su tío se la diese por mujer. Mas él, que
a las derechas es buen cristiano, aunque quisiera casarla luego, así como
la vía de edad, no quiso hacerlo sin su consentimiento, sin tener ojo a la
ganancia y granjería que le ofrecía el tener la hacienda de la moza,
dilatando su casamiento. Y a fe que se dijo esto en más de un corrillo en
el pueblo, en alabanza del buen sacerdote.» Que quiero que sepa, señor
andante, que en estos lugares cortos de todo se trata y de todo se murmura;
y tened para vos, como yo tengo para mí, que debía de ser demasiadamente
bueno el clérigo que obliga a sus feligreses a que digan bien dél,
especialmente en las aldeas.
-Así es la verdad -dijo don Quijote-, y proseguid adelante, que el cuento
es muy bueno, y vos, buen Pedro, le contáis con muy buena gracia.
-La del Señor no me falte, que es la que hace al caso. «Y en lo demás
sabréis que, aunque el tío proponía a la sobrina y le decía las calidades
de cada uno en particular, de los muchos que por mujer la pedían, rogándole
que se casase y escogiese a su gusto, jamás ella respondió otra cosa sino
que por entonces no quería casarse, y que, por ser tan muchacha, no se
sentía hábil para poder llevar la carga del matrimonio. Con estas que daba,
al parecer justas escusas, dejaba el tío de importunarla, y esperaba a que
entrase algo más en edad y ella supiese escoger compañía a su gusto. Porque
decía él, y decía muy bien, que no habían de dar los padres a sus hijos
estado contra su voluntad. Pero hételo aquí, cuando no me cato, que
remanece un día la melindrosa Marcela hecha pastora; y, sin ser parte su
tío ni todos los del pueblo, que se lo desaconsejaban, dio en irse al campo
con las demás zagalas del lugar, y dio en guardar su mesmo ganado.

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