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¿Está esto bien?, ¿está mal? No lo sé. Pero es lo cierto que a veces resulta en extremo agradable romper algo. No es que yo defienda precisamente el sufrimiento o el bienestar: lo que defiendo es mi capricho, y lucharé, si es preciso, para que se me garantice. Ya sé que en los sainetes no se admite el sufrimiento. Pero tampoco se le puede admitir en un palacio de cristal, pues el sufrimiento entraña duda y negación, y ¿qué sería de un palacio de cristal del que se pudiera dudar? Estoy seguro de que el hombre no renunciará jamás al verdadero sufrimiento, es decir, a la destrucción y al caos.
¡El sufrimiento!... ¡Pero si es la única causa de la con, ciencia! Cierto que les he dicho al principio que la conciencia, a mi entender, es uno de los mayores males del hombre. Pero el hombre la quiere y no la cambiará por ninguna satisfacción. La conciencia es infinitamente superior a «dos y dos son cuatro». Después de «dos y dos son cuatro» no queda, evidentemente, nada, no sólo nada que hacer, sino incluso nada que saber. Lo único que podemos hacer entonces es obturar nuestros cinco sentidos y entregamos a la contemplación. Verdad es que con la conciencia se llega a un resultado idéntico, es decir, a la inacción, pero en ese caso podemos, por lo menos, damos latigazos de vez en cuando, lo que vivifica un poco el espíritu. Es un sistema muy reaccionario, pero más vale eso que nada.
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Ustedes creen en el palacio de cristal, indestructible, eterno, al que no se le podrá sacar la lengua ni mostrar el puño a escondidas. Pues bien, yo desconfío de ese palacio de cristal, tal vez justamente porque es de cristal e indestructible y porque no se le podrá sacar la lengua, ni siquiera a escondidas.
Verán ustedes: si en vez de un palacio de cristal tengo un simple gallinero, cuando llueva podré cobijarme en él; pero, aunque le esté muy agradecido por haberme preservado de la lluvia, no lo tomaré por un palacio. Ustedes se ríen y me dicen que en este caso un palacio y un gallinero tienen el mismo valor. Y yo les responderé que así es, pero que no vivimos sólo para no mojarnos.
¿Qué le vamos a hacer si se me ha metido en la cabeza que no se vive solamente para eso y que hay que vivir en un palacio? Ésta es mi voluntad porque éste es mi deseo.