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-¡Ojo, Peter!
Entonces Peter supo que no había tiempo que perder.
-Vamos -gritó imperiosamente y se elevó al momento en la noche seguido de John, Michael y Wendy.
El señor y la señora Darling y Nana se precipitaron en el cuarto de los niños demasiado tarde. Los pájaros habían volado.
4. El vuelo
La segunda a la derecha y todo recto hasta la mañana. Ése, según le había dicho Peter a Wendy, era el camino hasta el País de Nunca Jamás, pero ni siquiera los pájaros, contando con mapas y consultándolos en las esquinas expuestas al viento, podrían haberlo avistado siguiendo estas instrucciones. Es que Peter decía lo primero que se le ocurría.
Al principio sus compañeros confiaban en él sin reservas y eran tan grandes los placeres de volar que perdían el tiempo girando alrededor de las agujas de las iglesias o de cualquier otra cosa elevada que se encontraran en el camino y les gustara.
John y Michael se echaban carreras, Michael con ventaja. Recordaban con desprecio que no hacía tanto que se habían creído muy importantes por poder volar por una habitación.
No hacía tanto. ¿Pero cuánto realmente? Estaban volando por encima del mar antes de que esta idea empezara a preocupar a Wendy seriamente. A John la parecía que iban ya por su segundo mar y su tercera noche.
A veces estaba oscuro y a veces había luz y de pronto tenían mucho frío y luego demasiado calor. ¿Sentían hambre a veces realmente, o sólo lo fingían porque Peter tenía una forma tan divertida y novedosa de alimentarlos? Esta forma era perseguir pájaros que llevaran comida en el pico adecuada para los humanos y arrebatársela; entonces los pájaros los seguían y se la volvían a quitar y todos se iban persiguiendo alegremente durante millas, separándose por fin y expresándose mutuamente sus buenos deseos.