La ruina de Londres (Robert Barr) Libros Clásicos

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No me empeñaré en poner ante los lectores una crónica de las realizaciones correspondientes a la época en cuestión. Aunque me gustaría decir algunas palabras acerca de la supuesta estupidez de la gente de Londres por no prepararse para un desastre respecto del cual habían tenido avisos constantes y reiterados. Se la ha comparado con los habitantes de Pompeya, que se divertían al pie de un volcán. En primer lugar, las nieblas eran tan comunes en Londres, en especial en invierno, que no se les prestaba mayor atención.
Se las consideraba sencillamente cosas fastidiosas que entorpecían el trámite y perjudicaban la salud; pero dudo que alguien haya considerado posible que una niebla se convirtiese en un enorme colchón asfixiante presionando sobre toda una metrópoli, extinguiendo la vida como si la ciudad entera padeciera de una hidrofobia incurable. He leído que era así cómo se hacía para acabar con sus sufrimientos a las víctimas de los perros rabiosos, aunque dudo mucho que se llegara a eso, a pesar de las acusaciones de barbarie salvaje que se hacen ahora contra la gente del siglo XIX.
Es probable que los habitantes de Pompeya estuviesen tan acostumbrados a las erupciones del Vesubio que no consideraran siquiera la posibilidad de que su ciudad fuese destruida por un temporal de cenizas y una inundación de lava. Llovía con frecuencia sobre Londres, y de haber continuado lo suficiente la lluvia con seguridad habría inundado la metrópoli, pero no se tomaban precauciones contra una inundación a partir de las nubes. Por qué cabría esperar entonces que la gente se preparase para una catástrofe a partir de la niebla, catástrofe tal que no hay experiencia de otra similar en toda la historia del mundo.

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