Página 1 de 1
Los juegos de adivinanzas -frecuentes en las tertulias rurales, ya se tratase de bautizos, "velorios de angelitos", festejos de "minga", casamientos, etc.- abarcaban todos los campos de la naturaleza y de la vida cotidiana, y el que oficiaba de "bastonero" utilizaba para plantearlas algunas fórmulas introductorias ya clásicas, como "adivina, adivinador", "adivinanza bonanza", "el que adivina, grano de oro, y el que no, cola de loro", o la más sintética y previsible de "¿qué será, que será?", recitando a continuación el dÃstico o la cuarteta enigmática:
En un monte montesano,
hay un fraile franciscano:
tiene dientes y no come,
tiene barba y no es humano.
(el choclo)
.......................
Garra pero no de cuero,
pata pero no de vaca
(la garrapata)
.......................
En la mesa se pone,
se corta y se reparte
y no se come
(los naipes)
.......................
En el campo fui criada,
vestida de verdes lazos,
aquel que llora por mi
me está cortando en pedazos.
(la cebolla)
.......................
Otras veces la formulación del enigma,
sin perder su carácter alusivo, era menos ingenua y se prestaba juego intencionado, de clara connotación sexual:
Un viejito arrugadito,
con el tronquito paradito.
(la pasa de uva)
........................
A las adivinanzas se sumaban los populares juegos de prendas, especialmente cuando en la tertulia habÃa mujeres jóvenes y algún candidato a novio que no se decidÃa a romper lanzas, circunstancia que era aprovechada por los asistentes para crear situaciones propicias, embarazosas y simplemente divertidas.
Para los "juegos de prendas" servÃa el marro, la caja de amor, la pajarera, el serio, los oficios y otros parecidos. Mario López Osornio, el autor de Oro Nativo, ha descripto algunos como la sortija, la sortija con vaina, el vuela vuela, la carreta cargada de...,el gran bonete, el almacenero, el cordero y agua, cielo y tierra.
La sortija consistÃa en que uno de los asistentes hiciese circular por la rueda un anillo y otro tratase de adivinar en las manos de quién se encontraba en un determinado momento del juego. Para el gran bonete cada uno de los participantes elegÃa un color. El "bastonero" iniciaba el juego con la fórmula invariable de "al gran bonete se le ha perdido un pajarito y dice que el verde lo tiene", a partir de la cual se entablaba el siguiente diálogo: "¿yo señor?", "sà señor", "no señor", "pues entonces... ¿quién lo tiene?" "el rojo lo tiene...etc., diálogo que solo se interrumpÃa cuando alguno se equivocaba o distraÃa (lo que suponÃa una respuesta desacertada o a destiempo) y debÃa, en consecuencia, "pagar la prenda".
El cordero se prestaba "para la malicia", pues los asistentes elegÃan el nombre de alguna parte o achura del cordero, y el juego consistÃa en dirigirle a uno de los participantes, elegido ex profeso, la fórmula "allá va mi (aquà el nombre de la *parte*)" a la que éste debÃa responder "para mi... (Idem) ". "En más de una ocasión -refiere López Osornio- la malicia o picardÃa de algunos hacia que se buscase la combinación que permitiese enviar un órgano hacia un lugar inconveniente, que motivase la risa entre los concurrentes y propiciara la distracción de otro que tuviera que pagar una prenda por ello".
Las "prendas" consistÃan, por lo general, en adoptar actitudes ridÃculas, como ponerse cabeza abajo, atribuirse algún rasgo o particularidad negativos, besar a alguno de los presentes, etc. López Osornio menciona algunas variantes frecuentes en los ámbitos rurales de la provincia de Buenos Aires, como el "beso con tarjeta", el "mono" (repetir lo que otro hace o dice), "ponerle el ojo al chancho" (con los ojos vendados), "besar la sombra" (proyectada por alguien sobre un muro), contestar "yo, atrás de la puerta" a las preguntas formuladas por los otros jugadores (¿Quién pellizca a la Ramona?... Yo, atrás de la puerta), etcétera.
En otros casos al candidato se lo elegÃa para hacer de "mesa" en un partido de truco. Las dos parejas se situaban entonces en cuclillas en torno a la "mesa" y comenzaban a jugar, con abundancia de puñetazos sobre las costillas del candidato en el momento de hacer las bazas. La "mesa" podÃa servir también para una supuesta transacción comercial entre un estanciero y un acopiador de cerdas. En este caso la discusión sobre la calidad de las "cerdas", que se estiraba deliberadamente, comportaba -además de los puñetazos y palmadas de rigor- los imaginables tironeos y remezones de pelo (las "cerdas"), que el candidato debÃa soportar pacientemente. La discusión terminaba con la firma del recibo de venta, para la cual el dedo oficiaba de lapicera, y de tintero.., lo que ustedes se imaginan (esta prenda se cumplió en un "velorio de angelito" realizado hacia 1910 en Salto Argentino).