Reconquistar Plenty (Colin Greenland) Libros Clásicos

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Alguien chilló, pero el grito no tardó en ser ahogado. Los cubiertos y las copas dejaron de hacer ruido y los comensales alzaron los ojos para contemplar el rostro del futuro. Los más religiosos acariciaron disimuladamente las cuentas de sus rosarios, y los demás se limitaron a contener el aliento durante un segundo sintiendo una temblorosa gratitud por ser meros humanos y se preguntaron durante cuánto tiempo lo seguirían siendo.
Tabitha hizo exactamente lo mismo que ellos, y acabó decidiendo que ya estaba harta de todo aquello. No podía seguir soportándolo ni un segundo más.
Saskia fue hacia el centro del escenario pedaleando en un monociclo. Mogul se puso en pie. El teclado siguió emitiendo sus acordes. Mogul materializó de la nada una delgadísima sábana negra y la arrojó por encima de Saskia y su monociclo.
-Este número se llama "Sonrisa de un solo labio" -anunció uno de ellos.
Tabitha no estaba muy segura de quién había hablado, y pensó que las palabras quizá hubieran brotado del teclado.
El monociclo cayó al suelo con un golpe seco y la sábana se derrumbó sobre él. Saskia se había esfumado. Xtasca también había desaparecido.
Los aplausos fueron todavía más breves y menos entusiásticos que antes.
Mogul hizo un pase en el aire y alzó el guante de Marco sobre su cabeza. El guante estaba tocando una melodía rápida y alegre, y un instante después Marco emergió de un cono de sombra y empezó a manipularlo.
Tabitha no tenía ni el más mínimo deseo de verle actuar. Dejó de prestar atención a lo que le rodeaba y se fue adormilando.
La música fue interrumpida por un chirriar ululante absolutamente insoportable. Tabitha pensó que ni el artista más excéntrico habría tenido el valor de arrancar semejante sonido a su guante o su teclado.
Todas las luces del local se encendieron de golpe. Los camareros se quedaron inmóviles durante una fracción de segundo y empezaron a retroceder velozmente hacia la cocina.
Hubo un murmullo general de sorpresa y consternación. Los clientes se pusieron en pie y señalaron hacia el techo.
Tabitha siguió la dirección que indicaban todos aquellos brazos extendidos.
Dos cometas negras en forma de delta caían velozmente desde las alturas sin hacer ningún ruido.
La policía acababa de llegar.
Aquel ruido horrible seguía y seguía como si no fuese a terminar nunca.

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