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y esta sospecha reporta
mi juramento y la acorta.
MANUEL: Pues. ¿qué, señora, os moviera
a encubriros de él?
ÁNGELA: Pudiera
ser tan principal mujer
que tuviera qué perder
si don Luis me conociera.
MANUEL: Pues, decidme solamente,
¿cómo a mi casa pasáis?
ÁNGELA: Ni eso es tiempo que sepáis
que es el mismo inconveniente.
BEATRIZ: (Aquí entro yo lindamente.) Aparte
Ya el agua y dulce está aquí.
Vuestra excelencia mire si...
Lleguen todas con toallas, vidr[i]o y algunas
cajas
ÁNGELA: ¡Qué error y qué impertinencia!
Necia, ¿quién es excelencia?
¿Quieres engañar así
al señor don Manuel
para que con eso crea
que yo gran señora sea?
BEATRIZ: Advierte...
MANUEL: (De mi crüel Aparte
duda salí con aquel
descuido. Agora he creído
que una gran señora ha sido
que por serlo se encubrió
y que con el oro vio
su secreto conseguido.)
Llama dentro don JUAN, y túrbanse
todas
JUAN: Abre aquí. Abre esta puerta.
ÁNGELA: ¡Ay, cielos! ¿Qué ruido es éste?
ISABEL: ¡Yo soy muerta!
BEATRIZ: ¡Helada estoy!
MANUEL: ¿Aún no cesan mis crüeles
fortunas? ¡Válgame el cielo!
ÁNGELA: Señor, mi esposo es aquéste.
MANUEL: ¿Qué he de hacer?
ÁNGELA: Fuerza es que os vais
a esconderos a un retrete.
Isabel, llévale tú
hasta que oculto le dejes
en aquel cuarto que sabes
apartado. ¿Ya me entiendes?
ISABEL: Vamos presto.
Vase
JUAN: ¿No acabáis
de abrir la puerta?
MANUEL: ¡Valedme,
cielos, que vida y honor
van jugadas a una fuerte!
Vase
JUAN: La puerta echaré en el suelo.
ÁNGELA: Retírate tú, pues puedes,
en esa cuadra, Beatriz.
No te hallen aquí.
Vase BEATRIZ. Sale don JUAN
¿Qué quieres
a estas horas en mi cuarto