Página 151 de 185
-¡Sí, sobrino! ¡Ah, señor Milne-Edwards! ¡Ah, señor de Quatrefages! ¡Qué lástima que
no os encontréis aquí donde me encuentro yo, el humilde Otto Lidenbrock!
XXXVIII
Para comprender esta evocación dirigida por mi tío a los ilustres sabios franceses, es
preciso saber que, poco antes de nuestra partida, había tenido lugar un hecho de
trascendental importancia para la paleontología.
El 28 de marzo de 1863, unos trabajadores, haciendo excavaciones en las canteras de
Moulin-Quignon, cerca de Abbeville, en el departamento del Soma de Francia, bájo la
dirección del señor Boucher de Perthes, encontraron una mandíbula humana a catorce
pies de profundidad. Era el primer fósil de esta clase sacado a la luz del día. Junto a él,
fueron halladas hachas de piedra y sílices tallados, coloreados y revestidos por el tiempo
de una especie de barniz uniforme.
Este descubrimiento produjo gran ruido, no solamente en Francia, sino en Alemania e
Inglaterra también. Varios sabios de Instituto francés, las señores de Quatrefages y
Milne-Edwards entre otros, tomaron el asunto muy a pecho, demostraron la incontestable
autenticidad de la osamenta en cuestión, y fueran los más ardientes defensores del
proceso de la quijada, según la expresión inglesa.
A los geólogos del Reino Unido señores Falconer, Busk, Carpenter, etc., que
admitieron el hecho como cierto, sumáronse los sabios alemanes, destacándose entre
ellos por su calor y entusiasmo mi tío Lidenbrock.
La autenticidad de un fósil humano de la época cuaternaria parecía, por consiguiente,
incontestablemente demostrada y admitida.
Cierto es que este sistema había tenido un adversario encarnizado en el señor Elías de
Beaumant, sabio de autoridad bien sentada, quien sostenía que el terreno de Moulin-
Quignon no pertenecía al diluvium, sino a una capa menos antigua, y, de acuerdo en este
particular con Cuvier, no admitía que la especie humana hubiese sido contemporánea de
los animales de la época cuaternaria. Mi tío Lidenbroek, de acuerdo con la gran mayoría
de los geólogos, se había mantenido en sus trece, sosteniendo numerosas controversias y
disputas, en tanto que el señor Elías de Beaumont se quedó casi solo en el bando opuesto.
Conocíamos todos los detalles del asunto, pero ignorábamos que, desde nuestra partida,
había hecho la cuestión nuevos progresos. Otras mandíbulas idénticas, aunque
pertenecientes a individuos de tipos diversos y de naciones diferentes, fueron halladas, en