Página 24 de 60
Ven a oír. Abandona la ventana... Deja al mendigo en paz. ¡Son tus ternuras, para el dolor, como las de una hermana, y sólo para mí suelen ser duras!
¡Manos de siempre compasiva y buena, yo tengo todo un sol para que alumbres ese olímpico rostro de azucena hecho de palidez y pesadumbres!
Hoy soy así. Soy un poeta loco que ve su dicha de tus tedios presa... ¡Ven y siéntate al piano: bebe un poco de champán en la música francesa!
No quiero verte triste. De tu cara borra ese esguince de pesar cansino... ¡Hoy yo quiero vivir... ¡Qué cosa rara, hoy tengo el corazón lleno de vino!
En el patio
Me gusta verte así, bajo la parra, resguardada del sol del medio día, risueñamente audaz, gentil, bizarra, como una evocación de Andalucía.
Con olor a salud en tu belleza, que envuelves en exóticos vestidos, roja de clavelones la cabeza y leyendo novelas de bandidos.
-¡Un carmen andaluz, donde florecen, en los viejos rincones solitarios, los rosales que ocultan y ensombrecen la jaula y el color de tus canarios!-
¡Cuántas veces no creo al acercarme, todo como en un patio de Sevilla, que tus más frescas flores vas a darme, y a ofrecerme después miel con vainilla!
O me doy a pensar que he saboreado, mientras se oye una alegre castañuela, un rico arroz con leche, polvoreado de una cálida gloria de canela.
¡Cómo me gusta verte así, graciosa, llena de inquietos, caprichosos mimos, rodeada de macetas, y, golosa, desgranando pletóricos racimos!
Y mojarse tus manos delincuentes, al reventar las uvas arrancadas, ¡como en sangre de vidas inocentes a tu voracidad sacrificadas!.