Peter Pan (J.M. Barrie) Libros Clásicos

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-Claro que no -replicaron los gemelos-, es dificilísimo ser gemelo.
-Ya que no puedo ser nada importante -dijo Lelo-, ¿os gustaría verme hacer un truco?
-No -replicaron todos.
Entonces por fin lo dejó.
-En realidad no tenía ninguna esperanza -dijo.
Las odiosas acusaciones se desataron de nuevo.
-Presuntuoso está tosiendo en la mesa.
-Los gemelos han empezado con frutos de mamey.
-Rizos está comiendo rollos de tapa y batatas.
-Avispado está hablando con la boca llena.
-Quiero quejarme de los gemelos.
-Quiero quejarme de Rizos.
-Quiero quejarme de Avispado.
-Dios mío, Dios mío -exclamó Wendy-. Estoy convencida de que a veces los hijos son más un problema que una bendición.
Les dijo que recogieran y se sentó en la cesta de la labor: como de costumbre, un montón de calcetines y todas las rodillas agujereadas.
-Wendy -protestó Michael-, soy demasiado grande para unacuna.
-Tengo que tener a alguien en una cuna -dijo ella casi con aspereza-, y tú eres el más pequeño. Es de lo más hogareño tener una cuna en casa.
Mientras cosía se pusieron a jugar a su alrededor, formando un grupo de caras alegres y piernas y brazos danzantes iluminados por aquella romántica lumbre. Había llegado a convertirse en una escena muy familiar en la casa subterránea, pero la estamos contemplando por última vez.
Se oyó una pisada arriba y os aseguro que Wendy fue la primera en reconocerla.
-Niños, oigo los pasos de vuestro padre. Le gusta que lo recibáis en la puerta.
Arriba, los pieles rojas estaban arrodillados ante Peter.
-Vigilad bien, valientes, he dicho.
Y luego, como tantas otras veces, los alegres niños lo sacaron a rastras de su árbol.

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