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-Ata este cuerpo que debe ser castigado y desata esta alma que debe llegar ;r la inmortalidad y a una gloria eterna.
ere el manuscrito italiano.
32 ¡Quién había de decir a aquella gente que iba a morir antes que Beatriz
(IV. de Stendhal en el manuscrito italiano.)
Se levantó, rezó, dejó las chinelas al pie de los escalones y, ya en el cadalso, pasó con ligereza la pierna sobre la tabla, apoyó el cuello bajo la mannaja y lo hizo todo perfectamente ella misma para evitar que la tocara el verdugo. Con la rapidez de sus movimientos, evitó que, en el momento en que le quitaron el velo de tafetán, el público le viera los hombros y el pecho. El verdugo tardó en la ejecución, porque sobrevino un entorpecimiento. Mientras tanto, Beatriz invocaba en voz alta el nombre de Jesucristo y de la Virgen Santísima33. En el momento fatal, el cuerpo hizo un vivo movimiento. El pobre Bernardo Cenci, que seguía sentado en el cadalso, volvió a caer desmayado y los confortutori tardaron más de una hora en reanimarle. Entonces subió al cadalso Santiago Cenci; pero también, aquí hay que saltar detalles demasiado terribles. Santiago Cenci fue muerto a golpes (mazzolato).
33 Cuenta un autor contemporáneo que Clemente VIII estaba muy preocupado por la salvación del alma de Beatriz; como sabía que había sido injustamente condenada, el papa temía un arrebato de rebeldía. En el momento en que Beatriz puso la cabeza en la mannaja, el fuerte Sant’Angclo, desde el cual se veía muy bien la mannaja, disparó un cañonazo. El papa, que estaba rezando en Montecavallo, esperando esta señal, se apresuró a dar a la muchacha la absolución papal «mayor» in articulo mortis. De aquí el retraso en aquel cruel momento de que habla el cronista. (N. de Stendhal.)
Inmediatamente volvieron a Bernardo a la prisión. Tenía una fiebre muy alta. Le sangraron.
En cuanto a las pobres mujeres, metieron a cada una en su ataúd y las dejaron a unos pasos del cadalso, junco a la estatua de San Pablo, que es la primera a la derecha en el puente Sant Angelo.