Los amores (Ovidio) Libros Clásicos

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En otro tiempo me infundían pavor la noche y sus vanos fantasmas, y me maravillaba que alguien tuviese arresto para vagar en las tinieblas. Al oírme Cupido con su tierna madre, se puso a reír, y en tenue voz me dijo: «Tú también llegarás a ser bravo.» El Amor vino sin tardanza, y ya no temí las sombras veladoras de la noche, ni las manos resueltas a darme muerte. Sólo temo tu excesiva lentitud, sólo quiero ablandar tu crueldad, y sólo tú vibras el rayo que puede aniquilarme. Mira y, levantando la inhumana barrera que me detiene, verás cómo la puerta está humedecida con mis lágrimas. Sabes que digo la verdad: en el momento que los azotes iban a caer sobre tu desnuda espalda, viéndote lleno de temor, intercedí con tu dueño; y las súplicas que tanto valieron otros días en tu favor, ¡oh crueldad!, ¿no tendrán hoy en el mío ninguna eficacia? Paga los servicios que te presté; debes ser agradecido. Como lo deseas, las horas de la noche vuelan; corre el cerrojo del postigo, córrelo presto; así quedes por siempre libre de tu dura cadena, y en adelante no bebas jamás el agua de los esclavos.
Portero inexorable, ¿no oyes mis súplicas? La puerta de duro roble permanece cerrada. La fortale­za de las puertas sirve de gran defensa en las ciuda­des sitiadas; mas en medio de la paz, ¿qué peligros recelas? ¿Qué harías con un enemigo cuando así re­chazas a un amante? La noche vuela ligera; corre el cerrojo del postigo. No vengo con séquito de solda­dos y pertrechos; llegaría solo, si el cruel amor no me acompañase; aun queriendo, me sería imposible ahuyentarlo, antes me vería yo separado de mi cuer­po. Así, el amor, un poco de vino en la cabeza y la guirnalda que se deshoja en mis cabellos perfuma­dos, son mis únicos compañeros. ¿Quién temerá tales armas?, ¿quién no osará pararles frente? Las horas de la noche vuelan; corre el cerrojo de la puerta. ¿Es tu lentitud o el sueño, tan poco propicio al amor, lo que permite al viento que se lleve mis palabras sin tocaren tus oídos? Recuerdo que tiempo atrás, cuando pretendía substraerme a tus miradas, aparecías despierto a la claridad de las nocturnas estrellas.

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