El doncel de don Enrique (Mariano Jose de Larra) Libros Clásicos

Página 27 de 298

..
-Ya lo podéis haber conocido; el estudio que ocupa todas las horas de mi vida me impide que me entregue como debiera a la contemplación de una belleza terrenal... los hondos arcanos de las ciencias, el objeto importante de mis tareas misteriosas...
-¿Vos pretendéis embaucar como al vulgo de las gentes a vuestra misma esposa?... ¡Delirios!
-Bien, señora, pues que no os satisface esa respuesta, os diré secamente: mi voluntad.
-Para ese divorcio que pretendéis necesitáis de la mía.
-Y ésa es precisamente la que vengo a pediros...
-¿Yo dar mi consentimiento?
-Vos..., sí.
-Jamás.
-¡María! ¿Conoces mi furor? Tú me le darás...
-¡Ah!, vos ocultáis mal vuestra perfidia; vos amáis a otra; no, no puede tener otro origen ese extraño interés que manifestáis.
-¿A otra mujer? -interrumpió rojo de cólera don Enrique-. Cuando don Enrique de Villena pueda volver al estado de la estupidez y de la ignorancia de un ente que nace al mundo, entonces amará a una mujer...
-¡Mentís, don Enrique!...
-¿Mentís, María, habéis dicho? ¿Mentís?
-Nada temo ya; mentís como fementido caballero yo os he visto más de una vez, yo os he visto profanar con miradas de iniquidad la faz más pura acaso y celestial que existe sobre la tierra; yo he leído en vuestros ojos el pecado, no me lo ocultaréis...
-¡Silencio!
-Los ojos de una mujer que quiere ven más de lo que pensáis los hombres insensatos e ignorantes en medio de vuestra sabiduría...
-¡Silencio, repito! -dijo con voz ronca don Enrique-. Oíd; quiero conceder vuestras gratuitas suposiciones: ¿pretendéis, imagináis vencer mi repugnancia a fuerza de amor? Si tanto sabéis, no podéis ignorar que vuestra solicitud sería inútil...
-Lo sé; dad gracias, don Enrique, a que no de ahora lo sé, y a que he llorado muchas lágrimas que han desahogado mi corazón; que de no, con mis propias manos yo os hiciera pagar...
-Teneos, María; y acabemos... Si lo sabéis, y si ya de mucho tiempo habéis consentido en ello, de nada servirá vuestra tenacidad; dadme vuestro consentimiento y retiraos a un monasterio. Los estados de Salmerón, Alcolea y Valdeolivas que me trajisteis al matrimonio pagarán espléndidamente vuestra dote.

Página 27 de 298
 

Paginas:
Grupo de Paginas:               

Compartir:




Diccionario: