Las manos blancas no ofenden (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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CÉSAR: (Pues sola [¡ay infeliz!] queda,
yo llego a buena ocasión.
¡Ea, ingenio caprichoso,
haz que quede mi cuidado,
si se enoja, desdichado,
si no se enoja, dichoso!)

Saca un papel y finge que le estudia


"Aquel prodigio de Tebas
que lidiar supo y rendir..."

SERAFINA: ¿Qué es eso, Celia?
CÉSAR: Señora,
¿aquí estabas? Estudiar
mi papel.
SERAFINA: A mi pesar
no viene a mal tiempo ahora
cualquiera divertimiento
que me haga vengada dél.
Dime algo de tu papel.
CÉSAR: Y aun todo decirlo intento.
SERAFINA: Y ¿qué la fábula ha sido?
CÉSAR: Hércules enamorado,
que de Yole en el estrado
estaba a la rueca asido.
SERAFINA: ¿Tanto pudo amor?
CÉSAR: Así
lo dice el razonamiento
que repasaba.
SERAFINA: Oírle intento.
Dile.
CÉSAR: ¿Con el tono?
SERAFINA: Sí.

Canta [CÉSAR]


CÉSAR: "Aquel prodigio de Tebas
que lidiar supo y rendir
en el África al león
y en Calidonia al espín,
enamorado de Yole,
hermosa deidad gentil,
trocó la clava a la rueca
y la piel al faldellín.
En la mano y en el traje
el uso, dos veces vil,
enseñándole a llorar,
le enseñaron a decir:
`No desdeñes verme,
dulce dueño, así;
que esto en mí no es bajeza,
no, no, rendimiento sí.
Aunque en traje de mujer
me ves, bien sabe de mí
el correspondido amor
que rey en el orbe fui;
e interesado en el tuyo,
después que tus ojos vi,
huyendo vine el mandar
para lograr el servir.
Y pues por sólo obligarte
allá lloré y padecí,
antes que el interesado
amor me obligase a huir,
no desdeñes ver[me],
dulce dueño, así...´"

SERAFINA: Aguarda; que de manera
tu voz me lleva tras sí
que no sé si aquesto es
aun más, Celia, ver que oír.
CÉSAR: ¿Qué te parece?

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