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conservar de justiciero
el nombre adquirido, y quiero
afianzarle en un delito
tan extraño que otra vez
no sé si tuvo ejemplar.
MENDO: No ha de dejarse llevar
el que es soberano juez
tanto de la información
primera; que, a lo que sé,
tan grave el cargo no fue
como fue la relación.
REY: ¿No hay un hijo, Mendo, en ella,
que a su padre le maltrata?
¿Y no hay un padre que trata
de dar de su hijo querella?
¿Qué más grave puede ser?
MENDO: Yo confieso que lo ha sido,
pero hasta ahora no has oído
descargo que puede haber
de su parte.
REY: Yo me holgara
que tantos, don Mendo, hubiera
que en mi reino no se diera
culpa tan nueva, tan rara,
tan fea y tan singular
cometida.
MENDO: Has de saber
que, aunque lo es, al parecer,
no llegada a averiguar,
don Lope con don Guillén
de Azagra, señor, reñía.
No sé la causa que había,
mas preso queda también.
Su padre a tiempo llegó
que advirtió que entre el reñir
le iba Azagra a desmentir;
y cuando ciego le vio,
ya a la razón empeñado,
porque él no la dijera,
la pronunció; de manera
que el acento equivocado,
sin saber cúyo había sido,
tiró a su competidor
el golpe, a tiempo, señor,
que su padre, introducido
en medio, le recibió;
siendo así que él no tiraba
a su padre, claro estaba.
Don Lope, cuando se vio
maltratado de su hijo,
con la cólera primera
llegó a tus pies; de manera
que estará, según colijo,
arrepentido de haber
tomado tan mal consejo.
Él es en extremo viejo,
y bien su acción da a entender
que es delirio de la edad
en querellarse ante ti
de su hijo; siendo así
que desde la antigüedad
hay ley de que no sea oído,