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MANUEL: Luego, ¿bien he dicho?
LUIS: Sí,
que aunque es verdad que lloraba
de una hermosura el rigor
a la firme voluntad
le hace tanta soledad
el desdén como el favor.
MANUEL: ¡Qué desvalido os pintáis!
LUIS: Amo una grande hermosura,
sin estrella y sin ventura.
MANUEL: ¿Conmigo disimuláis
agora?
LUIS: ¡Pluguiera al cielo!
Mas tan infeliz nací
que huye esta beldad de mí
como de la noche el velo,
de la hermosa luz del día
a cuyos rayos me quemo.
¿Queréis ver con cuanto extremo
es la triste suerte mía?
Pues, porque no la siguiera,
amante y celoso yo
a una persona pidió
que mis pasos detuviera.
Ved si hay rigores más fieros
pues todos suelen buscar
terceros para alcanzar,
¿y ella huye por terceros?
Vase él y RODRIGO
MANUEL: ¿Qué más se ha de declarar?
¿Mujer que su vista huyó
y a otra persona pidió
que le llegase a estorbar?
Por mí lo dice y por ella.
Ya por lo menos vencí
una duda, pues ya vi
que aunque es verdad que es aquélla,
no es su dama, porque él
despreciado no viviera
si en su casa la tuviera.
Ya es mi duda más crüel.
Si no es su dama ni vive
en su casa, ¿cómo así
escribe y responde? Aquí
muere un engaño y concibe
otro engaño. ¿Qué he de hacer?
Que soy en mis opiniones
confusión de confusiones.
¡Válgate Dios por mujer!
Sale COSME
COSME: Señor, ¿qué hay de dueño? ¿Acaso
hasle visto por acá?
Que de saber que no está
allá, me holgaré.
MANUEL: Habla paso.
COSME: Que tengo mucho que hacer
en nuestro cuarto y no puedo
entrar.
MANUEL: ¿Pues, qué tienes?
COSME: Miedo.
MANUEL: ¿Miedo un hombre ha de tener?