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y un descuido no está en mano
de un católico cristiano.
MANUEL: ¿Quién ha de sufrirte? ¿Quién?
Si lo que más importó
y lo que más te he encargado
es lo que más se ha olvidado.
COSME: Pues por eso se olvidó,
por ser lo que me importaba;
que si importante no fuera,
en olvidarse, ¿qué hiciera?
¡Viven los cielos! Que estaba
tan cuidadoso en traer
los papeles, que por eso
los puse aparte, y confieso
que el cuidado vino a ser
el mismo que me dañó;
pues si aparte no estuvieran
con los demás se vinieran.
MANUEL: Harto es que se te acordó
en la mitad del camino.
COSME: Un gran cuidado llevaba
sin saber qué le causaba;
que le juzgué a desatino,
hasta que en el caso di
y supe que era el cuidado
el habérseme olvidado
los papeles.
MANUEL: Di que allí
el mozo espere teniendo
las mulas, porque también
llegar con ruido no es bien,
despertando a quien durmiendo
está ya; pues puedo entrar
supuesto que llave tengo
y el despacho por quien vengo
sin ser sentido sacar.
COSME: Ya el mozo queda advertido;
mas considera, señor,
que sin luz es grande error
querer hallaros, y el ruido
excusarse no es posible
porque si luz no nos dan,
en el cuarto de don Juan,
¿cómo hemos de ver?
MANUEL: Terrible
es tu enfado. ¿Agora quieres
que le alborote y le llame?
Pues, ¿no sabrás--Dime, infame,
que causa de todo eres--
por el tiento, dónde fue
donde quedaron?
COSME: No es ésa
la duda; que yo a la mesa
donde sé que los dejé
iré a ciegas.
MANUEL: Abre presto.
COSME: Lo que a mi temor responde
es que no sabré yo adonde
el duende los habrá puesto,