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Casi tocando a las puertas de Plumfield se veía, entre los árboles, una bonita quinta y una regia mansión. La primera era de Meg y la segunda del señor Laurence, que al instalarse cerca de su antigua casa una fábrica de jabón había huído a Plumfield, mandando edificar la suntuosa casa donde vive ahora. Y de aquí parten los cambios y prosperidad de Plumfield.
Todo era alegría y bienestar en esta pequeña comunidad; y el señor March, como capellán del colegio, había visto por fin realizados los dorados sueños que durante tanto tiempo había acariciado. El cuidado de los muchachos del colegio se lo habían dividido las hermanas, y cada una de ellas se había encargado de la parte más de su gusto. Meg era la madre amiga de las niñas; Jo, la confidente y defensora de todos los jóvenes, y Amy, la señora "Munificencia", la que con mucha delicadeza quitaba las asperezas del camino para que se protegiera a los estudiantes indigentes, y los entretenía con su agradable conversación, tratándolos con tanta dulzura y cariño, que no nos extraña que todos le llamaran "la madre del amor", y al colegio el "Monte Parnaso", ¡tan lleno estaba todo de música, de belleza y de cultura!
Los primeros doce muchachos egresados de este colegio se habían desparramado por las cuatro partes del mundo durante estos últimos años, pero todos vivían y recordaban con alegría al viejo Plumfield, y tan presente tenían todo lo que allí habían aprendido, que cada día se encontraban más animosos para hacer frente a los contratiempos de la vida. Guardaban siempre en sus corazones la gratitud y el recuerdo de los alegres días que pasaron allí. Dedicaremos cuatro palabras a cada uno de ellos y en otros capítulos hablaremos más extensamente de sus vidas.
Franz estaba con un pariente comerciante en Hamburgo; hoy ya tenía sus veintiséis años y se encontraba muy bien. Emil era el marinero más alegre que navegó por el azul océano. Su tío lo había embarcado, a disgusto del muchacho, para que hiciera un gran viaje, con objeto de que sentara un poco cabeza; pero volvió tan contento y satisfecho de la vida del mar, que estaba decidido a tomarla como profesión. Así lo hizo, y su tío, que era alemán, le daba participación en los negocios del barco; así es que el muchacho se consideraba dichoso. Dan andaba todavía buscando; porque después de sus investigaciones geológicas en América del Sur, se dedicó durante algún tiempo a la agricultura, y ahora se encontraba en California buscando minas.