A través del espejo (Lewis Carroll) Libros Clásicos

Página 26 de 85


-¿Cómo te llamas tú? -le dijo al fin, y ¡qué voz más dulce que tenía!
-¡Cómo me gustaría saberlo! -pensó la pobre Alicia; pero tuvo que confesar, algo tristemente: -No me llamo nada, por ahora.
-¡Piensa de nuevo! -insistió el cervato, porque así no vale.
Alicia pensó, pero no se le ocurría nada. -Por favor, ¿me querrías decir cómo te llamas tú? -rogó tímidamente-. Creo que eso me ayudaría un poco a recordar.
-Te lo diré si vienes conmigo un poco más allá -le contestó el cervato porque aquí no me puedo acordar.
Así que caminaron juntos por el bosque, Alicia abrazada tiernamente al cuello suave del cervato, hasta que llegaron a otro campo abierto; pero, justo al salir del bosque, el cervato dio un salto por el aire y se sacudió del brazo de Alicia. -¡Soy un cervato! -gritó jubilosamente -, y tú... ¡Ay de mí! ¡Si eres una criatura humana! -Una expresión de pavor le nubló los hermosos ojos marrones y al instante salió de estampía.
Alicia se quedó mirando por donde huía, casi a punto de romper a llorar, tal era la pena que le había causado perder tan súbitamente a un compañero de viaje tan amoroso -En todo caso -dijo- al menos ya me acuerdo de cómo me llamo, y eso me consuela un poco: Alicia... Alicia... y ya no he de olvidar. Y ahora, vamos a ver cuál de esos postes indicadores he de seguir, ¿por dónde habré de ir?
No era una cuestión demasiado difícil de resolver, pues sólo había un camino por el bosque y los dos postes señalaban, con los índices de sus dos manos indicadoras, en la misma dirección. -Lo decidiré -se dijo Alicia- cuando el camino se bifurque y señalen en direcciones contrarias.
Pero aquello no tenía trazas de suceder. Siguió adelante, andando y andando, durante un buen trecho y, sin embargo, cada vez que el camino se bifurcaba, siempre se encontraba con los mismos indicadores, los índices de sus respectivas manos apuntando en la misma dirección. Uno decía: A CASA DE TWEEDLEDUM y el otro: A CASA DE TWEEDLEDEE.
-Estoy empezando a creer -dijo Alicia al fin- ¡que viven en la misma casa! ¿Cómo no se me ha ocurrido antes?... Pero no tengo tiempo para entretenerme; me pasaré por ahí un momento, el tiempo justo de saludarles y de rogarles que me indiquen el camino para salir del bosque.

Página 26 de 85
 

Paginas:
Grupo de Paginas:       

Compartir:



Diccionario: