María Antonieta (Stefan Zweig) Libros Clásicos

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De este modo, no es necesario ser médico neurólogo para dictaminar que aquel su fatídico exceso de vida, aquel perpetuo ir y venir y nunca estar satisfecha, aquella vo luble carrera de placer en placer, son directa consecuencia típicamente clínica de un permanence estado de excitación sexual no satisfecha, producido por su esposo. Porque, en lo profundo de su ser, no ha sentido nunca verdaderas emociones y no ha podido sosegarse, esta mujer. aún no poseída al cabo de siete años de matrimonio, tiene necesidad de movimiento y ruido en torno de sí. y lo que fue una infantil y regocijante afición al juego. se convierte poco a poco en un delirante y enfermizo furor de diversiones, considerado como escandaloso por toda la corte y contra el cual María Teresa y todos los amigos tratan de luchar vanamente. Lo mismo que en el rey la vitalidad insatisfecha se transforma en rudo trabajo de herrero y en pasión por la caza. en oscuro y fatigante esfuerzo muscular, en la reina la falsamente dirigida y desaprovechada fuerza de sentimientos se refugia en tiernas amistades con mujeres, en coque terías con caballeros jóvenes, en preocupaciones por el adorno de su persona y otras satisfacciones semejantes, insuficientes para su temperamento. Noches y noches huye del lecho conyugal. el triste lugar de su femenina humillación, y mientras su esposo y no esposo duerme profundamente, reposando de las fatigas de la caza, ella se arrastra hasta las cuatro o las cinco de la mañana por redoutes de ópera, salas de juego. cenas con compañías dudosas. excitándose con pasiones ajenas, reina indigna por haber caído en manos de un esposo impotente. Pero muchos momentos de airada melancolía revelan que esta frivo lidad carece realmente de alegría, que es puro medio de adormecer con un exceso de baile y diversiones una decepción interna. Piénsese, sobre todo, en el grito que se le escapa del corazón escribiéndole a su madre cuando su parienta la duque sa de Chartres ha dado a luz, en su primer embarazo, un niño muerto: «Por muy espantoso que tenga que ser eso, quenía por lo menos llegar hasta ahí». ¡Mejor un niño muerto que ninguno! Verse por fin fuera de aquella situación perturbadora e indigna; ser finalmente la verdadera y normal esposa de su marido, y no siempre y siempre conservarse virgen al cabo de siete años de matrimonio. Quien no comprenda la femenina desesperación que se oculta tras la furia de placeres de esta mujer no puede explicar ni comprender la notable transforma ción que se opera en ella cuando María Antonieta llega a ser por fin esposa y madre. De repente, sus nervios se tranquilizan de manera ostensible: aparece una nueva María Antonieta, aquella mujer dominadora y llena de voluntad y audacia que se revela en la segunda mitad de su vida.

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