Política (Aristóteles) Libros Clásicos

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tenía el derecho de nombrarles. Esta es la suerte de todas las oligarquías
en que los individuos del gobierno no tienen el poder exclusivo de nombrar
para todos los cargos públicos, y donde estos cargos, sin dejar de ser
privilegio de las grandes fortunas y de algunas clases, están, sin
embargo, sometidos a la elección de los guerreros o del pueblo. Puede
servir de ejemplo la revolución de Abidós. También es este el peligro que
amenaza a las oligarquías cuando los mismos miembros del gobierno no
constituyen los tribunales, porque entonces la importancia de las
providencias judiciales da lugar a que se halague al pueblo y a que se
eche por tierra la constitución, como en Heraclea del Ponto. En fin, esto
sucede también cuando la oligarquía intenta concentrarse demasiado, porque
los oligarcas, que reclaman para sí la igualdad, no tienen más remedio que
llamar al pueblo en su auxilio.
Otra causa de revolución en las oligarquías puede nacer de la mala
conducta de los oligarcas, que han dilapidado su propia fortuna en medio
de sus excesos. Una vez arruinados, sólo piensan en la revolución, y
entonces, o se apoderan por sí mismos de la tiranía, o la preparan para
otros, como Hiparino la preparó para Dionisio en Siracusa. En Amfípolis,
el falso Cleotino supo introducir en la ciudad colonos de Calcis, y una
vez establecidos en ella, los lanzó contra los ricos. En Egina, el deseo
de reparar las pérdidas de fortuna del individuo que dirigió la
conspiración contra Cares, fue la causa de haber querido cambiar la forma
de gobierno. A veces, en lugar de derrocar la constitución, los oligarcas
arruinados roban el tesoro público, y entonces, o la discordia se
introduce en sus filas, o la revolución sale de las de los ciudadanos, que
repelen a los ladrones por la fuerza. De esta clase fue la revolución de
Apolonia del Ponto.
Cuando hay unión en la oligarquía, corre ésta poco riesgo de

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