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-No debía haberle dicho a Andrew Potter que habíamos hablado de él -dijo con una especie de desdichada resignación.
-No lo hice, Wilbur.
-Lo que sé es que yo no fui; de modo que tiene que haber sido usted -dijo, y añadió- Esta noche han muerto seis de nuestras vacas. Se les ha hundido encima el cobertizo donde estaban.
De momento me quedé tan aturdido que no pude replicar.
-Algún golpe de viento repentino... -comencé, pero me cortó en seguida.
-No ha hecho viento esta noche, señor Williams. Y las vacas estaban aplastadas.
-No pensarás que los Potter tienen nada que ver con eso, Wilbur -exclamé.
Me lanzó una mirada de paciencia, como a veces mira quien sabe a quien debería saber pero no comprende y no dijo nada.
Esta noticia me pareció aún más alarmante que la experiencia de la tarde anterior. Por lo menos Wilbur estaba convencido de que había una relación entre nuestra conversación sobre la familia Potter y la pérdida de la media docena de vacas. Y estaba tan hondamente convencido de ello, que de antemano se veía que nada en el mundo podría disuadirle.
Cuando entró Adrew Potter, traté inútilmente de descubrir en él algún cambio desde la última vez que le vi.
Mal que peor, concluí aquella jornada de clase. Inmediatamente después de terminar, me marché apresuradamente a Arkham y me dirigí a las oficinas de la Gazette, cuyo redactor jefe, como miembro del Consejo de Educación del Distrito, se había portado muy amablemente conmigo ayudándome a encontrar alojamiento. Era un hombre de casi setenta años y tal vez podría ayudarme en mis indagaciones..
Mi cara debía reflejar el estado de agitación que sentía porque, nada más entrar, levantó las cejas y dijo:
-¿Qué le pasa, señor Williams?
Traté de disimular, toda vez que nada en concreto podía exponer, y visto a la fría luz del día, lo que tenía que contar parecería locura a cualquier persona sensata. Dije solamente:
-Me gustaría saber algo sobre la familia de los Potter, que vive en la Hoya de las Brujas, al oeste de la escuela.
Me lanzó una mirada enigmática.
-¿No ha oído hablar nunca del viejo Hechicero Potter? -preguntó, y antes de que pudiera contestar, prosiguió-. No, naturalmente. Usted es de Brattleboro. Difícilmente podría esperarse que los de Vermont se enteraran de lo que ocurre en una apartada región de Massachusetts. Pues verá: el viejo vivía antes allí, él solo.