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Las diversas expediciones que remontaron el Nilo no pudieron llegar jamás a su
misterioso nacimiento. Según el relato del médico alemán F. Werne, la expedición
intentada en 1840, bajo los auspicios de Mehemed Alí, se detuvo en Gondokoro, entre los
paralelos 40 y 50 norte.
En 1855, Brun-Rollet, un saboyano nombrado cónsul de Cerdeña en Sudán oriental, en
sustitución de Vaudey, que había muerto en activo, partió de Kartum y, bajo el
seudónimo de Zacub, traficante de goma y marfil, llegó a Belenia, más allá del grado 4, y
regresó enfermo a Kartum, donde murió en 1857.
Ni el doctor Peney, jefe de los servicios médicos egipcios, el cual, en un pequeño
vapor, llegó un grado más abajo de Gondokoro y murió extenuado en Kartum; ni el
veneciano Miani, que recorriendo las cataratas situadas debajo de Gondokoro, alcanzó el
paralelo 20, ni el negociante maltés Andrea Debono, que llevó más lejos aún su excursión
por el Nilo, pudieron franquear el infranqueable límite.
En 1859, Guillaume Lejean, encargado por el Gobierno francés de una misión especial,
se trasladó a Kartum por el mar Rojo y embarcó en el Nilo con veintiún hombres de
tripulación y veinte soldados; pero no pudo pasar de Gondokoro y corrió los mayores
peligros entre los negros insurrectos. La expedición dirigida por el señor D´Escayrac de
Lautore intentó también en vano llegar al famoso nacimiento.
El mismo término fatal detuvo siempre a los viajeros. Los enviados de Nerón habían
alcanzado en su época los 90 de latitud; por consiguiente, en dieciocho siglos no se
avanzo mas que cinco o seis grados, es decir, de trescientas a trescientas sesenta millas
geográficas.
Algunos viajeros intentaron llegar al origen del Nilo tomando un punto de partida en la
costa oriental de África.
De 1768 a 1772, el escocés Bruce salió de Massaua, puerto de Abisinia, recorrió el
Tigré, visitó las minas de Axum, vio el nacimiento del Nilo donde no estaba y no obtuvo
ningún resultado importante.
En 1844, el doctor Krapf, misionero anglicano, fundaba un establecimiento en
Mombasa, en la costa de Zanguebar, y en compañía del reverendo Rebmann descubría
dos montañas a trescientas millas de la costa. Se trata de los montes Kilimanjaro y Kenia,
que De Heuglin y Thornton, acaban de escalar en parte.