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De esta manera, si no paso por honrado adulador, nadie podrá negar que soy un pillo franco. Se fían de mí con mordaza y con trabas se me da soltura. Por consiguiente, he decidido no cantar en mi jaula. Si tuviera la boca libre, mordería; si gozara de libertad, obraría a mi antojo. En mi ínterin, déjame ser como soy y no trates de cambiarme.
CONRADO.-¿No podéis sacar ningún partido de vuestro descontento?
DON JUAN.-Todo el partido posible, pues es mi único partido. ¿Quién llega?
Entra BORACHIO.
¿Qué hay de nuevo, Borachio?
BORACHIO.-Vengo de allá dentro, de una gran cena. Vuestro hermano el príncipe está siendo festejado egregiamente por Leonato; y os traigo noticias de un matrimonio en cierne.
DON JUAN.-¿Servirá de plano para construir alguna desazón? ¿Quién es el insensato que se desposa voluntariamente con la inquietud?
BORACHIO.-¡Pardiez!, no sino el brazo derecho de vuestro hermano
DON JUAN.-¿Quién? ¿El gentilísimo Claudio?
BORACHIO.-El mismo.
DON JUAN.-¡Bizarro mozo! ¿Y con quién? ¿Con quién? ¿En quién ha puesto los ojos?
BORACHIO.-¡Por mi fe! En Hero, la hija y heredera de Leonato.
DON JUAN.-¡Una polluela precoz! ¿Cómo lo sabéis?
BORACHIO.-Estando haciendo el oficio de sahumador, y mientras quemaba perfumes en una habitación mal aireada, vi llegar del brazo al príncipe y a Claudio, discurriendo en grave plática. Me oculté rápidamente detrás de un tapiz, y desde allí les oí cómo acordaron que el príncipe cortejaría a Hero por su propia cuenta y que después, una vez conseguida, la cedería al conde Claudio.
DON JUAN.-Venid, venid, vamos allá; esto puede servir de pasto a mi descontento. Ese héroe improvisado recoge toda la gloria de mi caída. Si puedo interponerle algún obstáculo en su camino, cualquier camino me parecerá venturoso. Cuento con vosotros dos. ¿Me prestaréis ayuda? CONRADO y BORACHIO.-Hasta la muerte, señor.
DON JUAN.-Vamos a esa gran cena. Su mayor placer es el de verme caído. – ¡Si el cocinero compartiera mi intención!– ¿Vamos a tantear el terreno?
BORACHIO.-Estamos a las órdenes de vuestra señoría. (Salen.)
Acto Segundo Escena I
Aposento en la casa de Leonato.
Entran LEONATO, ANTONIO, HERO, BEATRIZ y otros.
LEONATO.-¿No ha estado aquí a cenar el conde Juan?
ANTONIO.-No le he visto.
BEATRIZ.-¡Qué cara de acrimonia tiene ese caballero! Nunca he podido verle
sin experimentar por espacio de una hora agruras de estómago.