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En este juego no pueden entrar sino cinco personas; y cuando sea mucha la concurrencia, se multiplican las partes de las cuatro esquinas. Este juego, aunque puede hacerse en una habitación, se acomoda mejor por su turbulencia a un jardÃn o campo; pues los árboles, presentando muchos puntos de apoyo, permiten jugar a gran número, y aumentan la visualidad.
Se elige un cuadro que tenga cuatro ángulos señalados, o en su defecto se señalan con una vara hincada en tierra un montón de vestidos, un sombrero, o una silla. Cada uno se coloca en uno de los ángulos, y el del medio aguarda a que se muden de sitio para apoderarse del que encuentre desocupado. Colocados asÃ, y hecha la señal de una palmada, empiezan los jugadores a advertirse uno a otro para cambiar de sitio, teniendo cuidado de no perder ni el que dejan, ni aquel a que se dirigen.
En este conflicto regularmente coge un sitio, y el que lo pierde se coloca en su lugar y vuelve a empezar el juego. Para que éste sea agradable, conviene que los jugadores cambien a menudo de sitio, cruzándose a veces en lÃnea diagonal que pase por el centro ; porque ir siempre por los lados, es hacerlo monótono, y dar poca acción al del medio.
Cuando un jugador después de hacer seña al compañero con quien va a permutar, deja su sitio antes que el otro se haya movido, y el del medio se aprovecha, la justicia pide que el que ha tardado demasiado sea el desposeÃdo; pero para evitar toda disputa tiene autorizado la costumbre que pase al centro aquel cuyo sitio le ha cogido él que antes estaba en él.