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Los jugadores se disponen en cÃrculo adoptando cada uno un instrumento, cuyo sonido y manejo debe imitar en lo posible. La multitud de movimientos diferentes y simultáneos forman desde luego un espectáculo muy cómico, pero que nada más es que una parte del juego. Ha de tocar cada músico su instrumento, es decir, imitar el sonido de él; por ejemplo:
El violón hace... vion, vion, vion.
La trompa......... bron, bron, bron.
La guitarra........ ten, ten, ten.
El clarinete.........crip, crip, crio.
La flauta.............falú, falú, falú.
Y asà los demás instrumentos que se elijan. Déjase conocer qué tremolina levantará el tal concierto, añadiéndose que los músicos procuran hacer diferentes contorsiones para remedar mejor su instrumento o entusiasmo lÃrico. El centro de la rueda le ocupa un jugador, que es el maestro, de capilla, sentado en una silla, con el respaldo hacia adelante, para echar el compás sobre él. En medio de la trapisonda, el maestro de capilla se dirige repentinamente a uno de los de la orquesta y le pregunta : ¿por qué ha faltado? Debe éste prontamente responder con exactitud y analogÃa al instrumento que toca; por ejemplo, el violinista dice que no tiene bastante resina el arco; el guitarrista que la guitarra no está bien trasteada; el clarinetista que la llave no cierra bien; en fin, cada uno adaptando la respuesta al instrumento que toca, pero cuidando de no repetir una misma respuesta. Esta prohibición, asà como la de no reÃrse en medio de aquel tumulto burlesco, produce bastantes prendas. Cuando el maestro de capilla pregunta a un músico, todos los demás suspenden su algarabÃa y sus gestos hasta que su compañero haya respondido o pagado, y después vuelven a empezar el juego.