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Este juego infantil ha producido tal vez más reflexiones filosóficas que muchos tratados de moral, porque la vista de estos globos tan brillantes y al mismo tiempo tan frágiles, recuerda lo que son todas las ilusiones que nos seducen; pero volvamos al juego. Se disuelve un poco de jabón en una taza de agua, y después se moja la punta de una caña de trigo abierta por ambos lados y rajada en cuatro cortes por una parte. Mojada como se ha dicho, se adhiere una gota de agua, que soplando lentamente por el otro lado crece y se convierte en un globo de los más brillantes colores. Si se sabe economizar el aire, crece extraordinariamente; pero es preciso suspender la acción a cierto tiempo, porque lo delicado de su material se rompería al momento. para desprenderla de la paja se sacude ésta un poco, y el globo se escapa por sí mismo, balanceándose en el aire suavemente, y brillando al sol con todos los colores del arco Iris. En tal caso con el soplo o la agitación de un abanico, pañuelo o sombrero, se le hace subir más y más; y mientras los niños le miran embobados, y dicen ¡qué hermoso! el globo se deshace cuando menos lo piensan. El contacto de un sombrero o tela de lana no le hace daño alguno, y así es que se le puede recibir en la copa o manga del vestido, jugando con él como con una pelota, bien entendido que el roce no ha de ser violento. Se puede Jugar entre muchos a quien sacará un globo más grande, y le hará durar más tiempo, y paga una prenda aquél cuyo globo se deshace al desprenderlo de la paja.