Ecosonda

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El hundimiento del trasatlántico Titanic en 1912, con la pérdida de 1.513 vidas humanas, tras chocar con un iceberg, despertó por primera vez el interés por detectar objetos bajo el agua. Un meteorólogo británico, L. F. Richardson, sugirió el empleo del eco como un posible medio para detectar icebergs, y el pionero de la radio Reginald A. Fessenden efectuó los primeros experimentos antes de la primera guerra mundial.

La determinación de la profundidad haciendo funcionar el equipo verticalmente desde el barco fue una aplicación crucial en tiempos de paz. Hacia 1930, los ecosondas reemplazaron el viejo método del lanzamiento del escandallo para determinar la distancia del fondo.

Desde 1960, la mayoría de los barcos de altura van provistos de un ecosonda de precisión. En la actualidad se utiliza el análisis por computadora para obtener una imagen instantánea del relieve bajo la quilla.

El ecosonda se ha convertido en un medio indispensable para determinar la posición, tamaño y profundidad de los obstáculos submarinos. Las compañías petrolíferas lo utilizan para vigilar los oleoductos submarinos y el movimiento de las masas de arena que pudieran dañarlos, y los arqueólogos marinos lo emplean en la búsqueda de restos de naufragios.

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