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sino por las mías, la muerte cayó sobre sus almas.
El cielo les dé paz.
MALCOLM
Afila tu espada en tu dolor. Tu pena
se convierta en rabia y no te embote el ánimo:
que te lo irrite.
MACDUFF
¡Ah, podría llorar como mujer y bramar
con esta lengua! Mas, cielos benignos,
atajad todo intervalo: ponedme a mí
y al verdugo de Escocia frente a frente,
que esté al alcance de mi acero. Si se me escapa,
que Dios le perdone a él también.
MALCOLM
Ese tono ya es de hombres.
Vamos con el rey. La tropa está lista;
sólo resta despedirnos. Macbeth está maduro
para la caída y los poderes del cielo
ya toman sus armas. Tu aliento reanima:
muy larga es la noche que no encuentra el día.
Salen
V.i Entran un MÉDICO y una DAMA de compañía.
MÉDICO
He velado dos noches con vos, mas no he visto que sea cierta vuestra historia.
¿Cuándo fue la última vez que paseó dormida?
DAMA
Desde que Su Majestad salió con el ejército la he visto levantarse, ponerse la bata,
abrir su escritorio, sacar papel, doblarlo, escribir en él, leerlo, sellarlo y después
acostarse. Y todo en el más profundo sueño.
MÉDICO
Gran alteración de la naturaleza, gozar el beneficio del sueño a la vez que
conducirse igual que en la vigilia. En tal trastomo soñoliento, además de caminar y
otras acciones, ¿la habéis oído decir algo alguna vez?
DAMA
Sí, señor. Cosas que no repetiré.
MÉDICO
Conmigo podéis y conviene que lo hagáis.
DAMA
Ni con vos ni con nadie, no teniendo testigos que me apoyen.
Entra LADY MACBETH con una vela.
Mirad, ahí llega. Así es como sale, y os juro que está bien dormida. Escondeos y
observadla.
MÉDICO
¿De dónde ha sacado esa luz?
DAMA
La tenía a su lado. Siempre tiene una luz a su lado. Fue orden suya.
MÉDICO
¿Véis? Tiene los ojos abiertos.